Saturday, December 15, 2007

Los clásicos

Hace tiempo, conocí a un señor grande que trabajaba en un Mixup. Estaba en la zona de clásicos y sabía mucho sobre música o, al menos, lo que él consideraba música. No sé si todavía sigue ahí, pero todavía recuerdo perfectamente de lo que hablamos. Yo estaba buscando un cd de Maksim, un intérprete de piano joven y, a mi juicio, muy bueno. La señorita que me atendió me mandó con este señor, el cual me dio el disco que estaba buscando, pero me miró con una mezcla de desprecio y conmiseración. Francamente, me molestó mucho y, aunque en cualquier otra ocasión lo hubiera dejado pasar, decidí enfrentarme a esa mirada.

-¿Lo ha escuchado?-le pregunté.
El señor pareció complacido de que lo hubiera retado así. Sonrió con un toque de ironía en sus labios y me contestó.
-Sí, pero no vale la pena.
Me pareció bien. El hombre estaba dispuesto a seguirme el juego.
-¿No le parece un buen intérprete?
-No. Ni siquiera sé por qué debo tenerlo en esta sección. Ahorita están de moda los muchachos como Maksim. Hacen algunas modificaciones a la música que otros compusieron y se hacen famosos por eso. Para ustedes los jóvenes que no tienen oído musical están bien: al menos por este medio se acercan un poco a los clásicos.

Definitivamente este viejito no tenía pelos en la lengua.

-¿Con qué criterio califica usted a los clásicos?-le pregunté.
-Un clásico es aquel que nació con una habilidad y una sensibilidad superior a las de los demás-dijo él. Los ojos le brillaban de emoción. -Un clásico es aquel que trasciende el tiempo. Por eso su música se sigue escuchando durante la historia de la humanidad. La múscia pop que oyen ustedes se pone de moda por un ratito, pero no dura ni un año completo.

El "ustedes" que empleó me dolió en lo más hondo de mi orgullo, pero no quise sacarlo de su error. Dejé que pensara que yo era uno de esos "jóvenes" a los que se refería tan despectivamente. La verdad me caía mal, pero no podía evitar seguir escuchándolo. Me molestó lo cerrado y prejuicioso que se mostró conmigo de entrada, pero sentí que había algo en él de lo que podía aprender algo y me dije a mí misma: "no cometas el mismo error que él, dale una oportunidad".

El señor siguió hablando. Estaba encantado de poder darme una lección de música. Su actitud cambió un poco al ver que lo escuchaba y, en vez de dedicarse a bajarme la moral, se puso a darme un tour por su sección. Me enseñó varios discos y me habló de sus compositores favoritos. Estaba muy orgulloso, como un niño de cinco años que me presumía su juguete preferido. Hubo un momento en el que me dio mucha ternura, pero, a pesar de todas las cosas que aprendí de él y de la pasión tan desbordante que me transmitía, había algo con lo que todavía no estaba de acuerdo.

-Oiga, ¿y no cree que uno de estos músicos jóvenes que experimentan con los clásicos podrían llegar a componer algo que también trascienda al tiempo?
-No.
De nuevo, tajante y franco.
-¿Por qué?
-Porque un genio se hace desde la cuna. Uno puede llegar a ser un excelente intérprete sin ser un genio, porque uno puede conocer al autor y entender su música, pero un Beetoven, por ejemplo, nace con un don. Es gente que ya es así y desde pequeños empiezan a desarrollar su talento.

Hablamos de muchas otras cosas y finalmente no compré el cd de Maksim, pero me quedé pensando en todo esto. Es cierto que hay genios, pero no me parece que por eso debamos descalificar a los que no lo son. Se puede ser un gran artista sin ser Beethoven, de la misma manera que se puede ser un buen físico sin ser Einstein. Además, el arte es tan versátil, tan cambiante y llena de vida...

Puede ser que la historia del arte se resuma en los clásicos, pues son los que se recuerdan, pero hay algo que el señor olvidó: los clásicos trascienden el tiempo porque hubo gente que los admiró por hacer cosas nuevas y por romper esquemas. Estoy segura de que el mismo Beethoven experimentó con la música que ya había en su época: por más genios que sean, no pueden sacar sus obras ex nihilo. Deben tener una influencia previa.

¿Saben?, me dio gusto haber hablado con ese viejito, pero me parece que él no es un artista, a persar de que reconoce el arte. Si lo fuera, habría entendido que el arte es como un deporte de alto riesgo: uno tiene que atreverse a jugar y a experimentar. Estoy segura de que el mismo Beethoven habría hecho unas verdaderas maravillas con una guitarra eléctrica.


Tuesday, November 27, 2007

Breve carta a mi madre (va también para ustedes)




El tiempo es un jugador engañoso. Nos permite vivir, nos deja aprender, divertirnos y mejorarnos. Por él es que podemos pensar, cambiar y amar a los demás. Sin embargo, al igual que nos da, nos lo quita todo. Nos hace perder nuestra fuerza, nos quita la juventud, los sueños y hasta aquéllos a los que amamos.

El tiempo es nuestro más grande aliado y nuestro peor enemigo, pero somos nosotros los que decidimos qué hacer con él. Depende de nosotros aprovechar la vida y nunca perder la pasión, aunque ya estemos viejor y cansados.

Vivir no es correr ni "ahorrar tiempo", pues él no se deja acumular como el dinero en un banco. El tiempo es escurridizo, Se nos escapa como arena de las manos y, entre más nos aferramos a él, más rápido se acaba.

El tiempo se vive, se aprovecha en cada instante. Por favor, no lo olvides.

Monday, November 19, 2007

Sin convicciones, no somos nada.




Hace algunos días, una compañera de clase me dijo, bastante molesta, que ya no le gustaba la carrera de filosofía en la universidad en la que estamos. Yo le pregunté por qué y me dijo que la actitud de algunos profesores era muy "cerrada". "¿En qué aspecto?" quise saber yo, y ella me contestó: "Es que son muy mochos. Creen en una cosa y están llenos de prejuicios. Ya no pueden dar una clase sin salirse desde el punto de vista de la religión, y eso está mal".

Después de pensarlo, a mí no me parece que esté mal. Yo, en lo personal, no comparto muchas de las visiones de mis profesores, pero creo son congruentes con lo que piensan y lo que nos enseñan.

¿Saben?, creo que no es malo tener prejuicios. Estamos demasiado traumados con respecto a esa palabra: "prejuicio". Como el mismo nombre lo dice, se trata simplemente de un juicio previo, lo que significa que tenemos una manera de ver el mundo y de conocer las cosas. Yo creo que tener un juicio anterior no es malo, siempre y cuando tengamos la apertura para escuchar otras formas de pensar, pero, si nadie nos demuestra que estamos mal, podemos seguir creyendo lo que queramos.

Me parece que sería una contradicción no enseñar lo que se cree como verdadero. Un buen maestro no enseña un plan de estudios al pie de la letra, sino que da un interpretación. De este modo hay que vivir en todos los ámbitos de la vida: con pasión y convicción (mas no imposición).

Lo malo no es tener prejuicios, sino carecer de la humildad para reconocer que nos equivocamos o que tenemos la razón. Quitarse el miedo a los prejuicios es liberarse del relativismo enmascarado de tolerancia en el que vivimos. Hoy en día hay grupos de personas que se ostentan como "racionales" y de vanguardia, atacando, supuestamente, lo que es obsoleto, radical e "irracional" (como la ética, las creencias religiosas, etc.), cuando en realidad ellos son los radicales, pues nos prohíben pensar y nos imponen sus creencias, las cuales ni siquiera son impulsadas por una convicción personal, sino por intereses políticos y económicos.

Quien no esté de acuerdo con lo que digo, refúteme, pero, si van a defender algo, háganlo fundamentándose verdaderamente. Seguir una ideología porque "me suena" o "me late" es absurdo, ridículo y mediocre. No tengan flojera de pensar un poquito y cuestionarse. Y si ni siquiera dan este mínimo, entonces cállense y absténganse de opinar, pues solamente se están burlando de la inteligencia de los que sí se interesan. Una opinión dicha sin pensar es una pédida de tiempo y de saliva. Mejor ahórrensela.

Sunday, November 11, 2007

Gracias...

Me encanta Dios. Es un viejo magnifico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega. Y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna y nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero eso a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo- la vida sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Bing Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los anbióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira.
Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre esta de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mi me gusta, a mi me encanta Dios.
Que Dios bendiga a Dios.





(Proporcionado por el sr. Zoon Romanticón).

Monday, October 29, 2007

Another sabotage

Debo comenzar con un: lo siento. Diría que no deseaba sabotearte, pero sería mentir.

Me pregunto, qué puedo publicar en este ahora, que sea interesante para tus múltiples lectores y que, a la vez, funcione como una broma de buen gusto... entonces, recordando mi ánimo, se me ocurre publicar esto:




Tuesday, October 23, 2007

Una primera impresión


Hoy fui al doctor, pues ya llevaba un buen rato sintiéndome muy mal: me daban bajas de azúcar frecuentes, dolores de cabeza, mareos y mucho cansancio. Mi querida madre me propuso ir a ver a su ginecólogo, pues le preocupaba que tuviera un transtorno hormonal. Yo acepté y me pasó a recoger a la universidad para irnos las dos juntas.

Durante el camino me habló un poco del doctor, pues yo no lo conocía. Me contó que era un hombre muy serio, pero que había cambiado bastante desde la primera consulta que tuvo con él. Me dijo que era un muy buen médico que, después de muchos años de practicar la medicina tradicional, empezó a tomar algunos cursos de medicina alternativa y desde entonces lee mucho sobre los productos naturistas y trata de combinar los remedios tradicionales con los que él ha ido descubriendo. Me interesó bastante todo esto, pues me gusta que las personas (en especial los profesionistas) nunca pierdan la curiosidad y el criterio, y se sigan actualizando sobre las cosas que les interesan, sin dejar de lado todo aquello que es criticado por la sociedad sólo por ser diferente.

Estaba pensando en todo eso, cuando llegamos al consultorio. La sala de espera era un cuarto normal, con unos sillones bastante cómodos y una canastita con revistas. No había nada raro ni fuera de lo común. Por ser mi primera consulta, me hicieron llenar un expediente, el cual hacía las clásicas preguntas como "¿Es usted alérgico a algún medicamento?" y ese tipo de cosas. Pero al llegar al final había una pregunta que decía: "¿Estaría usted dispuesto a utilizar alguna clase de método naturista o acupuntura?" Yo puse que sí, pero me hizo gracia este detalle. Entonces llegó mi turno de pasar a consulta.

Mi mamá ya me había advertido sobre el "cambio" del doctor, pero no pude evitar sorprenderme al entrar. Más que un consultorio médico, la estancia parecía ser una mezcla de estudio y bazar exótico. Era un lugar bastante agradable y acogedor, he de reconocer, pero me llamó la atención que estuviera lleno de adornos y esculturas de todas clases (hindúes, africanas, sudamericanas, una virgen europea, etc.). También había un tapete muy colorido en el piso, un alebrije y un par de jarrones que adornaban la parte superior de un librero de madera rústica (repleto de libros y fotografías de su familia, por cierto). En uno de los extremos de la habitación, había un sillón de dos orejas de color blanco, en donde se encontraba sentado un señor de unos cincuenta y tantos años, chaparro, regordete y muy serio. Se paró para saludarnos y no pude evitar notar que traía puestas unas chanclas y que tenía el pelo chino y canoso largo y despeinado. Soy de mente muy abierta, pero creo que nada en el mundo puede prepararte para algo así. A menos de que te digan que vas con un chamán, la verdad creo que todos esperaríamos ver a un señor con bata blanca y con un estetoscopio alrededor del cuello. No digo que este doc sea malo, pero debo reconocer que sí me sorprendió.

Me senté en uno de los sillones de estampado alegre que tenía y esperé a que se me diera alguna instrucción. Sin embargo, el médico no me movió de lugar, no me tocó ni me revisó con ninguna clase de aparato. Se limitó sencillamente a preguntarme por qué iba a verlo. Le expliqué mis síntomas y él, después de escucharme antentamente, me explicó, con pelos y señales, las razones por las cuales yo podía padecer tres cosas: diabetes, ovario poloquístico o simplemente estrés. Yo me estremecí ante las dos primeras opciones, pero el doc no pareció alterarse en lo absoluto. Me contó toda clase de posibles remedios a las tres opciones, siempre mencionando a algún doctor chino, a algún experimento de un francés o a un cinetífico egipcio que había logrado x cosa. Me di cuenta de que me estaba dando mucha información (bastante interesante, por cierto), pero en realidad no me estaba diciendo nada acerca de mi estado. Me desesperé un poco, pues tengo el mal hábito de pensar que los doctores deberían ser como una especie de magos, los cuales te revisan, diagnostican y te dan un par de pastillas para acabar con tu problema. Pero este hombre se dedicó a informarme y a darme a entender que él no me iba a arreglar la vida, sino enseñarme a cuidarme por mí misma. Yo estaba enojada. Pensé para mis adentros: "este señor habla mucho, pero no me dice nada. Me está dejando en las mismas".

Creo que él se dio cuenta de mi molestia, porque en algún momento de la plática me dijo: "Si quieres puedo ser como cualquier otro médico y darte unos medicamentos para quitarte el dolor de cabeza y regularte. Tenemos la tecnología para hacerlo y no habría ningún problema." Yo lo miré por un momento, entendiendo que me lo decía con ironía. "Si eso es lo que quieres puedo hacerlo,-continuó-pero creo que sería mejor ver qué es lo que te está causando todo esto y ver si lo puedes corregir de otro modo". Me quedé callada, pues me habían dejado en mi lugar.

A continuación me recomendó que me hiciera unos estudios para tratar de descartar la diabetes y el ovario poliquístico, pero también me dijo que, en cualquiera de los tres casos, tenía que evitar estresarme tanto y que procurara cambiar mi dieta y comer más sano. Realmente se tomó la consulta con calma, utilizó todo el tiempo que le pareció necesario y cuando consideró que había hecho su trabajo, se despidió. Me llamó la atención que en todo el tiempo no mirara al reloj ni pareciera preocuparle cumplir con un horario.

Saliendo mi madre me preguntó: "¿Qué te parece?"
"Es un verdadero hippie" le contesté.

Es verdad. Pero es el primer hippie que realmente se preocupa por mi salud.

Saturday, October 06, 2007

Para pensar un rato

Francamente, no soy fan de Arjona (de hecho, no me gusta su música), pero encontré este video en youtube y creo que vale la pena compartirlo.





Yo sé que hay muchas cosas terribles en nuestra sociedad y que es muy difícil juzgar a una persona en una situación como esta. Sin embargo, yo no creo que el asesinato sea una solución, en especial cuando se trata de un inocente.

Tristemente, en nuestro mundo el aborto se ha convertido en un negocio y, nuestra ley, en mercadotecnia.

Thursday, October 04, 2007

Recordando por qué la vida vale la pena...





And now, the end is here
And so I face the final curtain
My friend, I'll say it clear
I'll state my case, of which I'm certain
I've lived a life that's full
I traveled each and ev'ry highway
And more, much more than this, I did it my way

Regrets, I've had a few
But then again, too few to mention
I did what I had to do and saw it through without exemption
I planned each charted course, each careful step along the byway
And more, much more than this, I did it my way

Yes, there were times, I'm sure you knew
When I bit off more than I could chew
But through it all, when there was doubt
I ate it up and spit it out
I faced it all and I stood tall and did it my way

I've loved, I've laughed and cried
I've had my fill, my share of losing
And now, as tears subside, I find it all so amusing
To think I did all that
And may I say, not in a shy way,
"Oh, no, oh, no, not me, I did it my way"

For what is a man, what has he got?
If not himself, then he has naught
To say the things he truly feels and not the words of one who kneels
The record shows I took the blows and did it my way!

[instrumental]

Yes, it was my way

Wednesday, September 26, 2007

Ahora es mi turno de hablarles sobre mi castillo

Mi castillo es bastante peculiar. Está construido sobre una saliente elevada que da al mar. No tiene un estilo determinado ni está compuesto de un mismo material. Hay partes que son de piedra, otras de madera, metales de diferentes aleaciones, ladridos, adobe, cemento y muchas otras cosas. Tampoco tiene una estructura común, sino que todas las habitaciones, de diferentes tamaños, están repartidas desordenadamente, construidas unas encima de las otras. Pero lo más característico de mi castillo es que desde su centro crece un árbol gigante, el más grande que haya existido jamás: lleno de hojas verdes y sanas, hermoso, frondoso y con unas ramas tan largas y anchas que se puede caminar por ellas como si fueran pasillos. Para subir a la copa, hay una serie de elevadores de madera atados con cuerdas, parecidos a los columpios, pero mucho más espaciosos. Suben muy despacio, de modo que uno puede admirar todo el castillo, el mar y los alrededores. Al verlo por fuera te da la impresión de ser una ciudad amurallada que rodea al fabuloso árbol.

El lugar en donde se levanta, es hermoso y tranquilo. Desde él se puede escuchar el sonido de las olas al romperse contra la saliente de piedra. Sin embargo, desde otro lado de la extraña construcción, uno puede ver un hermoso campo cubierto con geranios rojos que resplandecen al sol. Un camino de tierra atraviesa el campo, alejándose de la altura de la saliente y adentrándose en un bosque profundo y misterioso, tan antiguo que sus árboles de cortezas arrugadas se alzan infinitamente hacia las alturas, aunque nunca como mi adorado árbol. A veces, cuando quiero estar sola y pensar un poco, camino por ahí, escuchando el silencio del bosque, respirando el olor de la tierra húmeda, y sintiendo la vida que muere y se renueva a mi alrededor. También acostumbro visitar a mi flor azul; la que vive debajo de un sabio roble y que me habla acerca de Dios y del Amor. Por eso es que mi castillo no tiene jardines en su interior: no los necesito.

Mi castillo está lleno de puertas y ventanas de todos los tipos, tamaños y colores. Las hay grandes, pequeñas, feas, torcidas, elegantes, viejas, nuevas… Absolutamente todas están abiertas, pero no se puede entrar por cualquiera. Cada quien tiene que buscar un poco para encontrar la puerta indicada, la que tiene el tamaño y las características apropiadas para poder pasar por ella. Ya una vez adentro, el visitante podrá darse cuenta de que el interior de la extravagante fortaleza es bastante agradable. No es perfecto, pues es un lugar muy grande y siempre hay algún rinconcito que debe limpiarse mejor y algunas esquinas que necesitan ser pulidas, pero, en general, yo lo encuentro bastante acogedor. No hay una sala principal, como una especie de recibidor o algo así, porque cada persona entra por una puerta que lo lleva a una sala diferente, de modo que todos los que han entrado tienen una impresión diferente del lugar, pues conocen tan sólo algunos aspectos. Hay visitantes más frecuentes que han podido visitar más salas y conocerlo mejor. También los hay, aunque más escasos, que han decidido quedarse como huéspedes indefinidos en mi castillo. Por ellos es que intento tener todas las recámaras arregladas, limpias y en orden, pues quiero que se sientan cómodos y bien atendidos.

Entre las muchas curiosidades que tiene mi castillo, hay una biblioteca enorme en donde guardo mis conocimientos. Sin embargo, no es una biblioteca convencional: no hay libros ni estantes, sino un montón de hojas sueltas y dobladas a la mitad, las cuales vuelan tranquilamente utilizando sus extremos a modo de alas. Cada hoja es de un material diferente (pergamino, amate, papel…) y cada una tiene escrito algún pensamiento, recuerdo o aprendizaje que obtuve de al leer un libro, viendo una película o escuchando el consejo de algún amigo. Por lo general, las hojas son dóciles y se dejan leer sin problemas, pero también pasa que algún pensamiento desagradable te hace una cortada en la piel con sus afiladas esquinas cuando intentas acercarte. Lo bueno es que esos papeles son de muy mala calidad y se deshacen fácilmente con el tiempo.

También tengo una sala de música, en donde se puede escuchar de todo. No tengo discos ni reproductores de sonido, pero basta con pensar en alguna melodía para poder escucharla en vivo. Puede ser de alguna canción existente o tan sólo de una melodía improvisada por la inquieta mente de algún visitante. En ese cuarto, la música se llena de colores y las melodías vuelan por el aire, como ondas de pintura, y forman hermosas imágenes en las paredes blancas.

Mi cocina, curiosamente, es muy pequeña y de un estilo muy mexicano y conservador. Me encantan el barro y los azulejos, pero cuando cocino lo hago con los instrumentos propios de mi época (tengo que admitirlo: soy hija del teflón). No tengo chef ni ratas cocineras, pues prefiero cocinar yo, en especial cuando tengo invitados.

Otro lugar que visito con frecuencia, es el observatorio, desde donde puedo divertirme viendo los astros. Pero si de estrellas se trata, prefiero ir a mi lugar favorito de todo el castillo: la estancia que se encuentra en torre más alta. Para llegar a ella hay que subir una enorme escalera de piedra que rodea por dentro la pared de la torre circular conforme va subiendo. El centro de la torre es hueco, por lo que al subir uno se puede asomar al centro y ver la oscuridad del abismo interminable que uno va dejando atrás. Al llegar hasta arriba, uno se encuentra con una estancia casi en ruinas. No hay techo y las paredes están cubiertas casi por completo por una enredadera que se coló por entre las piedras y que creció con el transcurrir del tiempo. Lo único que hay en ese lugar es un enorme colchón de plumas, cubierto por una tela suave y agradable al tacto. Es casi como un edredón gigante, pero mucho más grueso y esponjado. Es tan grande que cubre casi todo el piso de la estancia. Ahí me gusta acostarme, a veces sola y a veces con mis amigos, a mirar las estrellas. Es un lugar que todos los que han entrado en mi castillo conocen y respetan. Incluso mi árbol suele quitar sus ramas de esa parte para no obstruirme la vista. Puedo pasar horas enteras en ese lugar, observando la bóveda celeste y platicando con la gente que quiero. En ocasiones hablamos de cosas serias, en otras reímos juntos y también nos consolamos, pero casi siempre compartimos sueños y promesas, hablamos de la vida, de países lejanos y de nuestras aventuras cotidianas. También es un lugar que funciona como santuario, en el cual descansamos del mundo y de las cosas que no nos gustan.

El único problema de ese cuarto es que no hay escaleras para bajar, pues los escalones de piedra sólo sirven para acercarse al cielo. Por eso hay que aventarse por el obscuro abismo del centro de la torre. Es difícil y da bastante miedo (a mí, en especial, me da mucho vértigo), pero vale la pena hacerlo, pues siempre que uno baja de esa torre, regresa transformado.

Tuesday, September 18, 2007

"Pero jamás te cures de quererme,
pues el amor es como Don Quijote:
sólo recobra la cordura
para morir.
Quiéreme en mi locura,
pues mi camisa de fuerza eres tú,
y eso me calma,
y eso me cura..."

Sunday, August 26, 2007






"¿Qué más necesitaba aquel anciano, que compartía los ocios de su vida, en la que había tan poco lugar para este ocio, entre cuidar su jardín de día, y la contemplación de la noche? ¿Aquel estrecho cercado, que tenía por bóveda los cielos, no era bastante para poder adorar a Dios, ya en sus obras más hermosas, ya en las cosas más sublimes?
¿Qué más podía desear? Un pequeño jardín para pasearse y la inmensidad para soñar. A sus pies, lo que podía cultivar y recoger; sobre su cabeza, lo que podía estudiar y meditar; algunas flores sobre la tierra y todas las estrellas del cielo."


Victor Hugo,
Les Misérables

Monday, August 20, 2007

Los ángeles sí existen




Alguna vez, una amiga me dijo que los ángeles son señores vestidos con camisas azules que uno se encuentra en la calle cuando tiene problemas. No sé si sea del todo cierto, pero es algo que funciona para ella. Y me consta.

Yo nunca me había encontrado con un ángel. Siempre pensé que eran seres imaginarios que representaban algunos sueños y deseos humanos y que se ponían de adorno en las iglesias. Jamás se me ocurrió que los ángeles pudieran existir y que fueran, como su nombre lo indica, mensajeros reales. ¿De quién o de qué? Aún tengo mis dudas, pero me gusta creer que de la verdad.

Hace poco conocí a un ángel. No tenía alas ni portaba una espada. Tampoco bajó del cielo ni estaba rodeado de un resplandor dorado. Sencillamente fue alguien que llegó a mi vida en el momento preciso y me dijo justamente lo que necesitaba escuchar.

El domingo pasado fui a casa de mi tía a una comida familiar. Algo aparentemente cotidiano y normal, pero en realidad fue algo tremendamente fuerte para mí, pues no había asistido a una de esas comidas en varios años por una serie de problemas familiares muy duros por los que me separé de la familia. No voy a entrar en detalles, pero durante mucho tiempo viví algo dolida y molesta por la situación. Sin embargo, después de tanto escuchar hablar del famoso perdón, pensé que valdría la pena intentar recuperar algo de la relación que perdí hace tantos años.

Estaba sentada en la sala de la casa, viendo cómo todos platicaban entre ellos y sintiéndome profundamente incómoda. Me sentía como un intruso. Yo ya no pertenecía a ese lugar, ya no conocía a las personas que me rodeaban y no sabía de qué hablar con ellos. Incluso había varios primos míos que nunca había visto, pues habían nacido y crecido durante el tiempo de mi ausencia.

Estaba en esas, pensando para mis adentros en lo mucho que deseaba desaparecer, cuando una pequeñita se me acercó de la nada y se sentó en mis piernas. Era una niña preciosa e inquieta, con unos ojos brillantes y curiosos que me recordaron mucho a los de mi hermana cuando era chiquita.

-Tú eres Emilia, ¿verdad?

Era más una afirmación que una pregunta. Yo le dije que sí y no pude evitar sonreírle. Pero ella no me devolvió el gesto, sino que permaneció seria. No era una seriedad que denotara enojo o preocupación. Más bien era de esos semblantes que demuestran una gran inteligencia y capacidad de reflexión. Me sorprendió bastante en una niña tan pequeña (tan sólo tiene siete años), pero también me tranquilizó mucho. De todas las personas que estaban presentes ese día, ella era la única que parecía comprender mi situación.

Me hizo muchas preguntas. Quería saber cosas de mí, conocerme. También le preocupaba el hecho de que fuéramos primas y que nunca nos hubiéramos visto. Me platicó de su vida, de sus juguetes y de las peleas infantiles con su hermana mayor. Hablamos de cosas sencillas como Harry Potter, la escuela y los juegos; pero también me preguntó sobre la vida, la adolescencia, el amor y la muerte.

En algún punto de la conversación me preguntó sobre mi papá. Es posible que a cualquier otra niña no le hubiera alcarado tanto la situación, pero, por alguna razón, pensé que ella se merecía la verdad.

-Murió hace muchos años, cuando yo era chiquita -le dije.

Ella guardó silencio por un momento. No fue un silencio incómodo, como esos que surgen cuando le digo esto a un adulto, sino que era más bien un breve momento de reflexión. No sé qué clase de cosas puedan pasar por una mente con tan poca experiencia, pero estoy segura de que eran pensamientos realmente profundos.

De repente, mi pequeña prima salió sus reflexiones y me miró. Me dijo, con su vocecita infantil, que mi papá era un ángel. Me llamó la atención la seguridad con la que hizo esta afirmación, así que le pregunté:

-¿Cómo sabes?

Ella reflexionó por un momento.

-Porque lo vi en una foto de mi mamá y tenía unas alas que le salían por detrás -me dijo al fin.

No sé a qué se refería ni de qué foto hablaba, pero, curiosamente, esa respuesta fue suficiente para mí. Por un breve instante, tuve la seguridad de que los ángeles existían.

No sé si mi pequeña prima se dio cuenta de todo lo que logró mover dentro de mí ese día, pero estoy absolutamente segura de que no me voy a perder la próxima comida familiar.

Tuesday, August 07, 2007

Determination...




"Determinación". ¿Qué significado tiene esta palabra para nosotros? Para mí es seguridad, pero no en el sentido de protección, sino más bien en el de convicción. Es llevar una creencia hasta sus últimas consecuencias. Es una forma de vida, un ideal.

Hace poco me pregunté si valía la pena sacrificarlo todo por un ideal. Al principio repelía la idea, pero ahora me doy cuenta de que no se trata de las cosas a las que vas a renunciar, sino el porqué de esta renuncia.

Después de muchas vueltas llegué a una conclusión: el único ideal por el cual valdría la pena morir (y vivir) es el amor. El amor a la vida, al conocimiento, a las personas, a la belleza... a todo cuanto nos rodea. Ahora entiendo a San Agustín: "ama y has lo que quieras"...

El amor nos hace libres.

Monday, July 16, 2007

Dualis





“Al emplear el dualis introducimos unas reglas completamente nuevas. <<¡Vamos a dar un paseo!>> Así de sencillo, Georg, nada más que cinco palabras, que, sin embargo, describen un proceso cargado de contenido y que interviene profundamente en la vida de dos seres sobre la Tierra. Y no sólo se trata de ahorro en número de palabras, sino también de un ahorro energético. <<¡Vamos a darnos una ducha!>>, decía Verónica. <<¡Vamos a comer!>>, <<¡Vamos a dormir!>>. Cuando se habla así no se necesita más que una sola ducha, cocina o cama.


Ese nuevo empleo del pronombre y de la forma del verbo me impactó. "Nosotros", era como si se hubiera cerrado un círculo. Era como si el mundo entero se hubiera fundido en una unidad superior.”



Jostein Gaarder, La joven de las naranjas.

Friday, June 29, 2007

Un ideal infantil




La Dama de los Lupinos vive en una casita con vista al mar. Entre las rocas alrededor de su casa, crecen flores azules, moradas y color de rosa. La Dama de los Lupinos es chiquita y viejita. Pero no siempre fue así. Ella es mi tía abuela y me lo contó.

Hace muchos años, ella era una niña. Se llamaba Carmen Emilia y vivía en una ciudad junto al mar. Desde el primer escalón, podía ver los muelles y los altos mástiles de los veleros.

Hacía muchos años, su abuelo había llegado a América en un gran barco de vela. En su taller hacía mascarones de proa para los barcos y tallaba indios de madera para poner enfrente de las tiendas de cigarros. Porque el abuelo de Carmen Emilia era un artista. También pintaba cuadros de veleros y de tierras lejanas al otro lado del mar. Cuando estaba muy ocupado, Carmen Emilia lo ayudaba a pintar los cielos.

En las noches, Carmen Emilia se sentaba en las piernas del abuelo y escuchaba sus cuentos de tierras lejanas. Cuando los cuentos terminaban, Carmen Emilia le decía:

-Cuando yo sea grande, también voy a visitar otras tierras, y cuando sea vieja, también voy a vivir a lado del mar.

-Eso está muy bien, mi pequeña Emilia –dijo su abuelo-, pero hay una tercera cosa que debes hacer.

-¿Qué será? –preguntó Carmen Emilia.

-Debes hacer algo para que el mundo sea más hermoso.

-Está bien –dijo Carmen Emilia.

Pero no sabía que podía hacer.

Carmen Emilia se levantó, se lavó la cara, tomó el desayuno, fue a la escuela, volvió a casa e hizo sus tareas. Y muy pronto, creció.

Entonces, mi tía abuela Carmen Emilia, salió a hacer las tres cosas que le había prometido a su abuelo. Dejó su casa y fue a vivir a otra ciudad lejos del mar y del aire salado. Allí trabajó en una biblioteca, desempolvando libros, evitando que se mezclaran, ayudando a la gente a encontrar los que buscaban. Y también ella leía los libros de la biblioteca; algunos contaban de tierras lejanas.

La gente la llamaba la señorita Emilia.

Algunas veces, iba al invernadero que quedaba en el medio del parque. Cuando entraba en los días de invierno, el aire caliente y húmedo se enrollaba alrededor de ella y el perfume de los jazmines llenaba su nariz.

-Esto es casi como una isla tropical –dijo la señorita Emilia-, pero no del todo.

Entonces, la señorita Emilia se fue a una isla tropical de verdad, donde la gente tenía guacamayas y monos amaestrados. Caminaba por largas playas, recogiendo bellos caracoles. Un día, conoció al Bapa Raja, rey de un pueblo de pescadores.

-Debes estar cansada –le dijo-. Ven a mi casa y descansa.

La señorita Emilia entró y conoció la casa del Bapa Raja. El recogió un coco verde y le hizo un hueco para que la señorita Emilia pudiera beber el agua dulce. Al despedirse de ella, el Bapa Raja le regaló un concha de madreperla donde había pintado un ave del paraíso y las palabras: “Siempre estarás en mi corazón”.

-Tú también estarás siempre en mi corazón –dijo la señorita Emilia.

Mi tía abuela Carmen Emilia escaló altas montañas donde la nieve nunca se derrite. Atravesó junglas y desiertos. Vio leones jugando y canguros brincando. Y en todas partes encontró amigos que nunca olvidaría. Finalmente, llegó a la tierra donde crecen los lotos, y allí, bajándose de un camello, se maltrató la espalda.

-Qué tontería –dijo la señorita Emilia-. Bueno, ciertamente he conocido tierras lejanas. Tal vez ya sea hora de encontrar mi lugar junto al mar.

Y así era. Y lo encontró.

Desde el porche de su nueva casa, la señorita Emilia veía el amanecer; veía al sol cruzar los cielos y brillar en el agua; y lo veía ocultarse lleno de colores en las tardes. Sembró semillas de flores en la tierra pedregosa para hacer un pequeño jardín entre las rocas que rodeaban su casa. La señorita Emilia era casi totalmente feliz.

-Pero todavía hay una cosa que debo hacer –se dijo-. Tengo que hacer algo para que el mundo sea más hermoso. ¿Pero qué? El mundo ya es bastante bueno –pensó, mirando hacia el océano.

Esa primavera, la señorita Emilia no se encontraba muy bien. Su espalda la estaba molestando otra vez y tuvo que quedarse en cama casi todos los días.

Las flores que había sembrado en el verano habían crecido y florecido, a pesar de la tierra pedregosa. Las podía ver desde su ventana: azules, moradas y de color de rosa.

-Lupinos –dijo la señorita Emilia contenta-. Siempre me han gustado mucho los lupinos. Ojalá pueda sembrar más semillas este verano para tener más flores el próximo año.

Pero no pudo hacerlo.

Después de un recio invierno, llegó la primavera. La señorita Emilia se sentía mucho mejor. Ahora podía salir a caminar otra vez. Una tarde, salió y subió a la colina, donde hacía tiempo que no iba.

-No puedo creer lo que veo –dijo mientras se arrodillaba encantada-. Fue el viento que trajo las semillas desde mi jardín hasta aquí. Y los pájaros deben haber ayudado.

Entonces la señorita Emilia tuvo una gran idea.

Corrió a su casa y sacó sus catálogos de semillas. Mandó pedir cinco barriles de semillas de lupinos.

Todo ese verano, con los bolsillos llenos de semillas, la señorita Emilia paseó por praderas y colinas, sembrando lupinos. Esparció semillas por las carreteras y los caminos. Las dejó caer alrededor de la escuela y detrás de la iglesia. Las lanzó entre las cañadas y las paredes de piedra.

Su espalda ya no le dolía.

Alguna gente la llamaba la Viejita Titriloca.

Cuando llegó la primavera, había lupinos por todas partes. Las praderas y colinas estaban cubiertas de flores azules, moradas y de color de rosa. Florecían a los lados de las carreteras y los caminos. Había manchas luminosas alrededor de la escuela y detrás de la iglesia. En las cañadas y entre las paredes de piedra, crecían las bellas flores.

Y, finalmente, la señorita Emilia había hecho la tercera cosa, la más difícil de todas.

Mi tía abuela Carmen Emilia, la señorita Emilia, ya está muy viejita. Su pelo es muy blanco. Todos los años hay más y más lupinos. Ahora la llaman la Dama de los Lupinos. Algunas veces, mis amigos se paran conmigo frente a su reja. Quieren ver a la viejita, tan viejita, que sembró lupinos en las praderas. Cuando nos invita a entrar, pasan en silencio y lentamente. Ellos creen que es la mujer más vieja del mundo. A menudo, nos cuenta cuentos de tierras lejanas.

-Cuando sea grande –le digo., yo también voy a visitar tierras lejanas, y luego regresaré a casa a vivir junto al mar.

-Eso está muy bien, mi pequeña Emilia –me dice-. Pero hay una tercera cosa que debes hacer.

-¿Qué será? –pregunto.

-Debes hacer algo para que el mundo sea más hermoso.

-Está bien –digo.

Pero todavía no sé qué puedo hacer.


-Barbara Cooney

Saturday, June 09, 2007

Nocturne de Chopin

Hace mucho que no escribo cuentos. El otro día me puse a leer algunos de los que tengo guardados. Entonces encontré uno que me gusta mucho y que ya casi se me había olvidado. Creo que, incluida yo misma, solamente hay tres o cuatro personas que lo han leído. Ahora quiero compartirlo con ustedes. A ver qué opinan.



El eco de una sola nota resonó por las paredes del vacío auditorio del museo. Después le siguieron otras y poco a poco se fue formando una delicada melodía. Un joven pálido y desgarbado se hallaba inclinado sobre el viejo piano. Sus blancas y delgadas manos se deslizaban con agilidad por las teclas amarillentas, mientras que su cuerpo se movía suavemente con la música. Tenía los ojos cerrados y una mata de cabello negro despeinado que le cubría la frente. Todo en él era tétrico; su tez cenicienta, sus enormes ojeras y su saco negro de aspecto descuidado. Sin embargo, mientras tocaba, tenía un semblante de absoluta paz y tranquilidad.


El viejo Artemio lo veía escondido desde detrás de una de las cortinas del salón. No era la primera vez que veía y escuchaba al talentoso muchacho. Había sido intendente del museo por más de veinte años y él había sido el único en descubrir las visitas nocturnas del joven pianista. Su deber como empleado del lugar era correr al intruso, pero su gran sensibilidad musical se lo impedía. En su casa guardaba con orgullo su preciada colección de discos de óperas y obras de los grandes clásicos de la música. Su esposa, una mujer práctica y ligeramente obsesionada con la limpieza y el orden, había intentado deshacerse de los valiosos discos de su marido en varias ocasiones, alegando que ya estaban muy viejos y que se oían como los lamentos de un gato atropellado. Pero Artemio siempre había logrado salvarlos de ese destino nefasto y, a veces, cuando su mujer dormía, se ponía a escucharlos con gran deleite. Él comprendía el amor del muchacho por la música y por eso se había hecho de la vista gorda cada vez que lo descubría tocando en el auditorio. Todas las noches, el joven interpretaba unas cinco o seis canciones diferentes, se inclinaba ante un público inexistente y abandonaba el auditorio con el sonido de sus pasos siguiéndolo.


Artemio nunca lo había interrumpido ni le había hablado y el joven sencillamente lo ignoraba. A veces al viejo intendente se le cruzaba por la mente que el pálido pianista era un fantasma, pues aún no había logrado verlo entrar o salir del museo, donde todas las puertas permanecían cerradas por las noches. Pero pronto desechaba sus ocurrencias descabelladas y seguía acudiendo al auditorio para escuchar el siguiente repertorio. Era como ir a un concierto diario, pero gratis y en primera fila.


Sin embargo, en esa ocasión, el muchacho sólo tocó una canción. Cuando terminó se quedó sentado unos minutos frente al piano. Acarició las teclas con sus finos dedos y recorrió el auditorio con la mirada. Entonces reparó en el anciano que lo observaba desde una cortina y fijó sus oscuros ojos en él. Artemio se sintió como un niño descubierto en medio de una travesura, lo cual era muy extraño, pues en realidad había sido el muchacho y no él, el que había entrado al museo sin permiso. Pero los ojos del joven denotaban tanta autoridad que el pobre intendente no pudo hacer nada más que permanecer parado en su lugar. Entonces el pianista se levantó sin decir nada y, lentamente, se inclinó ante el sorprendido Artemio. Al terminar la reverencia le sonrió con semblante infantil y acto seguido se puso a correr hacia la salida del auditorio. El viejo intendente reaccionó y lo siguió con dificultad. Al salir del recinto vio la silueta del muchacho internándose por los oscuros corredores del museo.

-¡Oiga joven, no puede entrar ahí!- gritó con voz ronca, al tiempo que corría detrás de él.

Podía oír las pisadas del muchacho en la madera y su risa burlona resonando por las salas del museo.

-Escuincle malcriado…- se quejó el viejo Artemio, mientas entraba a revisar las distintas salas.

Entonces, súbitamente, las pisadas y las risas se extinguieron. Artemio entró en la última sala que quedaba y prendió su linterna: era un saloncito de pequeñas proporciones con unos cuantos cuadros colgados en sus respectivos lugares. No había señales del muchacho por ningún lado.

El viejo intendente se rascó la nuca confundido y se dispuso a salir de la estancia, pero entonces, algo llamó su atención. Se acercó a uno de los cuadros de la sala y lo alumbró con su linterna. La imagen mostraba el retrato de un joven con el rostro pálido y ojos profundos. Tenía el cabello desordenado, un saco viejo y unas manos blancas y delicadas.

El anciano soltó una exclamación ahogada y salió del salón lo más rápido que sus viejas articulaciones le permitieron. Cerró la puerta de la estancia con manos temblorosas y permaneció en silencio durante unos segundos. Lo único que se escuchaba era su agitada respiración y los latidos desbocados de su corazón. Pasaron unos minutos y Artemio recobró su sentido de la lógica. Seguramente alguien le estaba jugando una broma. Con este pensamiento, se armó de valor y volvió a entrar en la sala con lámpara en mano. El retrato del muchacho seguía en su lugar, mirándolo con sus ojos de pintura desde la pared. El viejo intendente se acercó con cautela y examinó el cuadro a la luz de su linterna. Eran exactamente los mismos rasgos del joven pianista; las mismas ojeras, los mismos labios delgados, el mismo aspecto grisáceo y triste. Pero era imposible…

De pronto, el pobre Artemio retrocedió asustado de un golpe. No estaba seguro, pero podría jurar que el joven del cuadro acababa de guiñarle un ojo.

-Esto es demasiado para mí- se dijo el anciano.

Al día siguiente, después de veinte años de fiel servicio, el señor Artemio presentó su renuncia. Nadie supo por qué y él no dio explicaciones. El director del museo contrató a otro intendente; un hombre chaparro y calvo de amable sonrisa y muy buena disposición, según decía su antiguo patrón.

Pasaron los años y nadie volvió a escuchar jamás música proveniente del auditorio. Pero pronto se corrió el rumor de que una niña vestida de bailarina recorría los pasillos del museo por las noches. Muchos pensaban que era un fantasma…

Wednesday, May 30, 2007

Sólo para fanáticos (Otro sabotaje más)

U2 se presentó en Cannes. U2 presentó una película en Cannes. Este video que ahora les comparto es el concierto que dieron el 24 de mayo pasado por allá. Como verán, no tienen gran espectáculo detrás: son sólo ellos y una escalera. Neta netaribus sunt! Jajajaja. Espero que lo disfruten tanto como yo.



P.S. This is war, remember?, jajaja.

Friday, May 25, 2007

Versos sin sentido. Sabotaje III (Hasta a mí me saboteé...(?))


Se metió cual vencedor

en la panza de un caballo,

a si el fuego prendió antaño,

hoy lo llamo valedor.


Sus saetaz consumieron

tempestades y calmas concretas

y destrozando endechas

hoy lo llaman trovador.


¿Es que nadie recuerda,

el tino heredado de Apolo,

el lance no más doloroso,

deste afán consolador?


Lo confunden con un verso,

lo cantan tan cotidiano:

creen que con decir "te a...lgo"

han provado su admisión.


Y es seguro que encuentren,

caóticas y sin sentido las líneas,

tan torpes y tan altivas

como de romanticón.


Y no duden siquiera,

que esta redondilla sincera

es un modo de cariño:

un saboteaje respondón.

Thursday, May 10, 2007

¿Equipo?, ¿dónde?






El famoso “trabajo en equipo” es una pesadilla constante en la vida de los mexicanos (o, por lo menos, de los realmente trabajadores). Desde que estudiábamos la primaria, nuestros maestros estaban empeñados en enseñarnos a trabajar en grupo y se dedicaban a dejarnos una serie de tareas en conjunto que obligaban a nuestras diligentes madres a estarnos llevando y recogiendo de las casas de nuestros compañeros para que nos pudiéramos juntar y hacer el dichoso trabajo. Al final sólo uno o dos hacían toda la tarea y los demás integrantes del equipo gozaban de la misma calificación sin haber trabajado en absoluto.

También era común el compañero práctico e imaginativo que organizaba el trabajo para que cada quien hiciera tan solo una parte y al final se juntara todo para presentarlo completo. Yo misma, después de darme cuenta de que lo del “equipo” era muy relativo, intenté aplicar este maravilloso e ingenioso método, topándome con que la mayoría no hacía bien su trabajo o lo presentaba incompleto y de nuevo me tocaba a mí o a otro compañero preocupado por su calificación, corregirlo todo una noche antes de entregarlo.

Así pasé la secundaria y la preparatoria, soñando con un día en que se me permitiera hacer mi propio trabajo por separado. Pero aún en la carrera, donde se supone que hay personas con conocimientos e intereses más o menos similares, uno se encuentra con este fastidioso problema. Tan sólo hace unos días escuché a un amigo, cansado y agobiado, exclamar amargamente: “¡El trabajo en equipo no existe!”.

Así es: el mexicano está acostumbrado a regirse por la ley del mínimo esfuerzo. Uno sale de la escuela y se enfrenta a una sociedad que no cumple ni con el indispensable de sus obligaciones. Nuestro país no funciona porque, mientras que la gran mayoría incumple con su trabajo, hace todo lento y es irresponsable, un mínimo de personas tiene que matarse para suplir la flojera de los demás y sacar tanto su trabajo como el ajeno. Por eso las cosas en México siempre se atrasan, todo es urgente y nunca salimos adelante. Estamos atascados en el tercer mundo no por nuestros gobernantes corruptos ni por nuestra pobreza, sino por nuestra flojera e indiferencia. El verdadero trabajo en equipo no es juntarse todos alrededor de una computadora y hacerse mensos mientras uno escribe, sino cada quien cumplir con lo que se le corresponde en el tiempo que debe hacerlo. De este modo, el trabajo no se acumula y no se hace tan pesado, el país avanza y la gente prospera. Es algo muy sencillo, pero preferimos hundirnos en la miseria, el tránsito, la contaminación, la inseguridad y el cansancio extremo que dignarnos a hacer un poquito de esfuerzo al día.

La gente se queja de la corrupción, pero al parecer nadie se da cuenta de que, al “flojear” un “ratito” le está robando tiempo al país, a las demás personas y a sí mismo.

Varios escritores, sociólogos e intelectuales han dicho: “El problema del mexicano es que es individualista”. Y es obvio: después de pasar por el mentado “trabajo en quipo”, los pocos que trabajamos nos cansamos de cargar a los demás sobre nuestros

Saturday, April 28, 2007

Un poco de idealismo quijotesco

Esta es una cita que alguna vez ya publiqué en uno de los blogs, pero quise recordarla. De vez en cuando es necesaria una buena reflexión para seguir adelante y no rendirse tan fácilmente.




"Me gustó mucho el resumen que hizo Pedro de su mes de verano en Ruanda, echando una mano a su padre en un dispensario. Cuando le vi se lo dije, y de paso le pregunté si el esfuerzo del voluntariado no es algo quijotesco e inútil, como una gota en el océano de miseria del Tercer Mundo. Tu primo me invitó a ir con él este verano y me explicó que eso mismo pensaba él hasta hace poco…, en concreto hasta cierto día en que paseaba con su padre por Playa América. Con la marea baja habían quedado sobre la arena cientos o miles de estrellas de mar. Su padre, de vez en cuando, se agachaba a coger una y la arrojaba al agua. "Si no las devuelvo al mar, morirán por falta de oxígeno", explicó. Pero tu primo le hizo ver que solo podría salvar a unas pocas estrellas, y que muchísimas más morirían en la arena de esa y de otras muchas playas.

-¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?

Tu tío sonrió, se agachó una vez más y lanzó al agua otra estrella.

-Para esa sí lo tuvo- replicó. "
-José Ramón Ayllón,
El diario de Paula.

Monday, April 09, 2007

Viviendo en Nunca Jamás




Soy una gran fan de los cuentos de Hans Crhistian Andersen. No puedo evitarlo. Desde niña me sedujo con la historia de los cisnes salvajes, salvados por su bondadosa hermana Elisa, y con su sirenita que, por amor al príncipe, decide convertirse en espuma blanca del mar.

Cuando era chica, mi mamá, mujer amante de la cultura y adicta a la palabra escrita, acostumbraba leernos cuentos a mí y a mis hermanos antes de dormir. Desde los clásicos, como Blancanieves y Caperucita Roja, hasta los modernos y chistosos, como las aventuras de Quique Botana y su pandilla.

También recuerdo a mi abuelita, la cual nos contaba sus propias versiones de los cuentos cuando nos quedábamos a dormir en su casa. A ella siempre le han gustado las historias de acción y le fascinan las películas de Swartzenegger y Van Dame, por lo que disfrutaba enormemente contándonos los cuentos originales, en donde la suegra de la Bella Durmiente resulta ser un ogro malvado que desea cocinar a sus nietos y las hermanastras de la Cenicienta se cortan un talón o un dedo del pie para que les entre la zapatilla de cristal. Sin embargo, también tenía su lado amable, pues, además de sus gustos extravagantes, goza de una imaginación prodigiosa. Así pues, cuando se le acabó su repertorio de cuentos brutales, comenzó a inventar los propios. Muchos de ellos iban acompañados de alguna enseñanza moralizante, porque, al fin abuela, tenía muy clara su responsabilidad de educadora para con nosotros.

Sea como sea, desde pequeña aprendí que la mejor forma de conocer al mundo y al hombre, es a través de los cuentos. Empecé a seguir las historias con los dibujos, algunos bonitos y otros no tanto, hasta que pude leerlos por mí misma. Primero me acerqué a los libros de fábulas, los cuales me brindaron varias horas de deleite y diversión, pues, a diferencia de Francisco Monterade, a mí ya no me tocó tener que memorizar los versos de “La cigarra y la hormiga” en francés, sino que pude leer libremente en español, en prosa y en una letra tamaño veinte.

Entonces conocí las películas de Disney y mi heroica sirenita de cabellos dorados se convirtió en una sirena rebelde de melena roja. Aún así, seguí disfrutando de historias maravillosas y conmovedoras que me alejaban del mundo y me acercaban a él al mismo tiempo.

Ahora mis libros de cuentos se encuentran medio abandonados en un librero. De vez en cuando, los rescato del olvido, les quito el polvo y vuelvo a experimentar, a veces con nostalgia, las historias de mi niñez. Me sorprende, por otro lado, que mientras yo todavía soy capaz de emocionarme con el Patito Feo, las generaciones que vienen debajo se aburren si no ven unos cuantos disparos y, de preferencia, sangre que se vea “real”. Y escribo “ven”, porque ya no son capaces de escuchar un cuento narrado por un cuentista. Son niños hechos con imágenes y ya no entienden nada si no es a través de efectos audiovisuales.

Entiendo que los tiempos cambian y que todos crecemos con los avances y la tecnología de nuestra época, pero aún no puedo resignarme a perder el recuerdo de la voz de mi mamá por las noches, los hermosos dibujos de los libros o las apasionantes aventuras narradas por mi abuela. En especial cuando me siento a ver una nueva película de Pixar (la que sea) tan computarizada, tan sosa y tan carente de valores o ideas profundas. Yo confío en que los niños de ahora son tan inteligentes y capaces como lo fuimos nosotros, pero pareciera que los caricaturistas (si es que se les puede llamar así todavía) creen que las películas infantiles deben ser estúpidas para que los niños las puedan entender.

Pero qué sé yo de estas cosas. A fin de cuentas, tan sólo soy una joven que todavía cree en los cuentos de hadas.

Thursday, March 22, 2007

Evolución

Y ya que estoy en esto de los videos, aprovecho para hacer una crítica social.




¿Qué les parece?

Wednesday, February 21, 2007

Un pedacito de pensamiento




Una novela guarda una correspondencia con la vida real, pues sus valores son de algún modo los de la vida real. Pero es evidente que los valores de las mujeres difieren a menudo de los valores establecidos por el otro sexo; es natural que esto sea así. Con todo, son los valores masculinos los que prevalecen. En términos generales, el foot ball y el deporte son "importantes"; el culto a la moda, la comprade trajes, "triviales".

Esos valores se transfieren inevitablemente de la vida a la novela. Este libro es importante, da por sentado el crítico, porque trata de guerras. Este otro libro es insignificante porque trata de los sentimientos de las mujeres en un salón. Una escena en un campo de batalla es más importante que una escena en una tienda - en todas partes y con más sutileza la diferencia de valores persiste. Toda la estructura, por consiguiente, de la novela de principios del siglo diecinueve, había sido erigida, si uno era una mujer, por una mente algo desviada de lo recto y obligada a alterar su clara visión en obsequio de una autoriad externa. No hay más que hojear aquellas viejas novelas olvidadas y escuchar el tono de voz en el cual fueron escritas para saber que la escritora está enfrentándose con la crítica; ella decía tal cosa para agredir, tal otra para conciliar. Admitía que era "sólo una mujer", o afirmaba que "valía tanto como un hombre". Salía al encuentro de la crítica según su temperamento, con deferencia y docilidad, o con enojo y énfasis. No importa cuál de los dos; estaba en otra cosa que en la cosa misma. Su libro se nos viene encima. Había una falla en el centro. Y pensé en todas las novelas escritas por mujeres que yacen desparramadas, como manzanas picadas en una huerta, por las librerías de viejo de Londres. Es la falla en el centro lo que las ha podrido. Ella ha alterado sus valores en obsequio de la opinión ajena.

-Un cuarto propio
,
Virginia Woolf

Monday, February 19, 2007

Petición zoonromanticista

Nemus fuscus, quies calida,
focus laris bellatoris pugnax,
diei momentum noctisque pacis,
consectum letitiam, consectum te.

Te, Momenta, saluto hilaris
ac gratis gratus nemi sum,
nulla potentia aut nulla maestitia
in anima mea... in anima mea sunt.

Monday, February 12, 2007

Cantando con mi propia voz

José Vasconcelos eligió, como tema para uno de sus ensayos, de entre tantas obras musicales, la Séptima Sinfonía de Beethoven. Tal vez fue porque esta pieza guardaba algún recuerdo suyo, un pensamiento, un sentimiento… o quizás fue porque “contiene la esencia del alma y la esencia del mundo”, como él mismo escribió.

Sea como fuere, concuerdo con su elección, pues al haberla escuchado repetidas veces, creo poder percibir el efecto emotivo y el goce de la música al que Vasconcelos se refiere en su ensayo. Sin embargo, si me preguntan a mí, que soy mucho menos poética y más anecdótica como Amado Nervo, preferiría escribir sobre una pieza de Tchaikovski que me ha acompañado durante toda mi vida y que guarda un profundo significado para mí: El lago de los cisnes.

A lo mejor les parece muy cursi, pero yo la encuentro, aunque muy diferente, igualmente digna de los halagos que el poeta mexicano le hace a la séptima de Beethoven. Es verdad que no es una sinfonía, que fue escrita en otra época y con otros fines, pero, si uno se toma la molestia de escucharla con atención (de sentirla), se puede encontrar una fuerza atrapada que se va liberando poco a poco, dando paso a una pasión desbordante y embriagadora.

Tal vez no cuento con la elocuencia de Vasconcelos, pero intentaré, con mis propias palabras, expresar el fondo que encuentro en la composición de Tchaikovski.

Cuando tenía cuatro años escuché El lago de los cisnes por primera vez. Es uno de los pocos recuerdos que guardo de esa época; tan sólo era una niña, pero algo en su simplicidad, que al mismo tiempo encierra su propia complejidad, me atrapó. En ese entonces no supe explicarlo, pero hay algo de misterio en la música, combinado con un toque de melancolía y un anhelo irrealizable, pero no por eso débil o frustrado.

Si pudiera dibujarlo, comenzaría con una delgada línea. Poco a poco se iría alzando, levantándose como un gran gigante, impresionante y poderoso. Luego volvería a bajar, pero ya dotado de una fuerza mayor, y se iría complicando para después transformarse en una especie de torbellino, en el cual una serie de sentimientos, desde el más sencillo hasta el más sublime, danzaran en una vorágine armoniosa. Puede parecer ilógico y extraño que utilice conceptos tan contradictorios como torbellino y armonía, pero esa es precisamente la sensación que quiero plasmar: sentimientos encontrados mezclados y expresados con delicadeza y furia al mismo tiempo.

Ahora, después de dieciséis años disfrutando del deleite que me produce esta pieza musical, puedo decir que, además de todo lo que ya he descrito, me transmite una profunda nostalgia, pero en el buen sentido de la palabra. Es una obra de arte que permanece intacta e inmóvil, pero yo he crecido con ella y he sabido encontrarle cambios. ¿O será que los cambios son los míos?

Tuesday, January 30, 2007

Mensaje del agente Hen-son

Estimado kender Tash Weiss:

Si le es posible, se le espera el jueves en el bosque, en el antiguo recinto sagrado de cuatro (¿o tres?) soñadores empedernidos que gustaban de compartir el vino en una copa "iluminada".

Espero contar con su presencia.

Atte. Miloflint

Monday, January 29, 2007

Encerrados en nuestra comida

“México se desmejicaniza”, escribió Salvador Novo en su Antología del pan, donde hace un breve resumen de la historia de la humanidad, utilizando el alimento que ha acompañado al hombre desde su inicio: el pan. También aprovecha para hacer una descripción de la vida cotidiana y de la cultura del México de principios del siglo XX, criticando la manera en la que nuestra gente ha ido abandonando las tradiciones de nuestro país para adoptar las costumbres americanas. Todo esto a través de la sencillez del pan.

Elegí este ensayo de Salvador Novo de entre los que nos dejaron comentar, porque, al ser una persona que disfruta mucho de la buena comida, estoy firmemente convencida de que la cultura de una población está fuertemente influenciada (si no es que definida) por los alimentos que consumen las personas que la conforman. No es lo mismo desayunar un pan tostado con mermelada y café que comer un tamal con atole. Tampoco se podría comparar el fuerte sabor de una mostaza francesa con el picor del chile mexicano.

La alimentación consiste en algo más que el simple acto de comer, pues encierra toda una idiosincrasia que se encuentra en los ingredientes que se utilizan, en el tipo de preparación de la comida y hasta en la forma en la que ésta se ingiere. Hay platillos muy refinados que se comen con una serie de cubiertos especiales para cada alimento, pero también uno se puede encontrar con unos tacos al pastor, en donde el instrumento principal para comer es la tortilla. También están los famosos palitos chinos y, en países como la India y Nepal, es costumbre comer el arroz con las manos.

Además de los distintos estilos de los alimentos, está el ambiente y el significado que cada cultura le da a sus horas de comida. Es clara la diferencia que se encuentra entre la “hora del té” de los ingleses y la ceremonia del té que hacen los japoneses. En México, la hora de la comida es un momento para pasar en familia y compartir los sucesos del día. La sobremesa, últimamente tan abandonada, tiene por objeto reposar los alimentos y descansar un poco antes de volver a las actividades de la tarde.

Desgraciadamente, en la actualidad hemos dejado de darle importancia a nuestras comidas. Especialmente en ciudades grandes como la nuestra, nos hemos acostumbrado a los alimentos chatarra y al fast fud, dejando de lado nuestros tiempos para disfrutar de la comida típica de nuestra cultura y de convivir con la gente con la que compartimos los alimentos. Pareciera incluso que despreciáramos a la comida: cada vez es más difícil encontrar un producto que no tenga en la etiqueta la famosa leyenda de “Light” y todas las revistas y programas de “salud” están plagadas de dietas que disminuyen considerablemente nuestro tipo de alimentación. La bulimia y la anorexia son enfermedades que se han vuelto preocupantemente comunes entre la juventud y que dañan profundamente a nuestra sociedad.

¿Por qué no nos damos tiempo para comer? Tenemos que recuperar nuestro tipo de alimentación, con todo lo que implica, pues nuestra comida forma parte de nuestras tradiciones y, por lo tanto, de nuestro pasado. Y hay que recordar que, quienes no tienen pasado, tampoco tienen futuro.

Tuesday, January 23, 2007

"Es de cuerdos vivir locos..."

Lo sé, lo creo, lo siento y lo sostengo. No soy la primera en descubrirlo y espero no ser la última en decirlo.

¿Qué sería de nosotros sin la magia?, ¿para qué nos serviría poder respirar si no fuéramos capaces de reconocer la belleza, los contrastes, la amistad, el amor... la vida misma?

Una sonrisa, un chocolate, un breve gesto de cariño; por eso vale la pena ser y existir.

El universo tiene sentido, no por una explicación cosmológica o un descubrimiento de física cuántica, sino por los pequeños instantes que conforman una vida entera.

Es verdad que nos vamos a ir solos de este mundo y que nuestros nombres y todo cuanto conocemos desaparecerá con el polvo y el tiempo, pero, aun cuando el destino es el mismo para todos y no lo podemos evitar, tenemos la opción de salir a enfrentarlo y morir sonriendo.

Vale la pena ser señalado, escandalizar al mundo y pasar por un lunático, pues al guardar el secreto de nuestra riqueza tras una fachada de alegres colores, no sólo compartimos sonrisas complicidad con algunos que nos saben reconocer, sino que también teñimos de emoción el pequeño mundo grisáceo que habitan aquellos que nos critican.

Antes le temía a la insatisfacción, pero hace poco comprendí que es un miedo absurdo, pues es algo que depende de mí y de nadie más. Morimos solos, pero en el fondo vivimos solos también, y no lo digo con un afán depresivo y melancólico, sino con el emocionante descubrimiento de mi libertad y mi capacidad para conocer el mundo e interpretarlo a mi gusto.

Por todo esto, y por muchas cosas más, puedo decirlo: la mejor medicina para cuanquier enfermedad del alma es una pequeña dosis de locura.

Sunday, January 21, 2007

Kiseki no Umi (Mar de Milagros)


yami no yozora ga futari wakatsu no wa yobiau kokoro hadaka ni suru tame

[El obscuro cielo de la noche divide a dos personas
para que soporten los corazones que se llaman mutuamente]

kazari nugisute subete nakusu toki nanika ga mieru

[Deshacerse de la decoración, y cuando todo se ha perdido
algo puede ser visto]

kaze yo watashi wa tachimukau yukou kurushimi no umi e to

[¡Oh, viento! Te enfrentaré
Vayamos al mar de sufrimientos]

kizuna kono mune ni kizande kudakeru nami wa hatenaku tomo

[Ataduras, ellas hieren profundamente mi corazón
roto en pedazos, aunque las olas sean eternas]
nani o motomete dare mo arasou no? nagashita chishio hana o sakaseru no?

[¿QUé es lo que quieres y a quién enfrentarás por ello?
¿Forzarás las flores a que rieguen sangre para que florezcan?]

toutoki ashita kono te ni suru made deaeru hi made

[Hasta que estas manos alcancen los preciosos mañanas
hasta el día en que nos encontremos]

kaze yo watashi wa tachimukau yukou kagayaki o mezashite

[¡Oh, viento! Te enfrentare
Vayamos orientados hacia lo que brilla]

inori kono mune ni dakishime samayou yami no you na mirai

[Una oración yo sostengo contra mi pecho
mientras vagabundeo por un futuro inobservable]

kaze yo watashi wa osorenai ai koso mitsukedashita kiseki yo

[¡Oh, viento! No tengo miedo
El Amor, cuando es encontrado, es un Milagro]

kimi o shinjiteru yorokobi arashi wa ai ni kizuku tame ni fuiteru

[Es el júbilo el creer en ti
La tormenta sopla para que pueda comprender mi Amor]

"Niña de recuerdos"

El otro día alguien me dijo que yo era una niña de recuerdos, pues de alguna forma logro que las personas acaben recordando algo de su pasado, así sea un regaño, una anécdota graciosa o una canción olvidada. No es la primera vez que me lo dicen y sé que tampoco será la última.


Es verdad que soy nostálgica, pero lo soy de una manera sana, disfrutando mi presente y tratando de mejorar. No le veo mucho sentido a limitarme a añorar otros tiempos, dejando los recuerdos estériles e improductivos. Estoy firmemente convencida de que vale la pena pensar en el pasado siempre y cuando se logre encontrar algo para nuestro presente. Puede ser una enseñanza o simplemente un recordatorio de quiénes somos y quiénes queremos ser. A fin de cuentas, alguien que carece de pasado no puede tener un futuro, ¿no es así?

Monday, January 08, 2007

Cambio de imagen

Aún cuando sigo siendo fiel al color verde, de vez en cuando necesito un pequeño cambio. En especial ahora, estrenando un nuevo año, siempre es bueno redefinirse.