Tuesday, November 25, 2014

Pensamiento random

La verdad, no me gusta para nada "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir. Entre más lo leo, más errores científicos y argumentativos le encuentro. Sin embargo, reconozco que los problemas que plantea no sólo son legítimos, sino que fueron puerta de apertura a la discusión.

Éste es uno de esos libros cuya importancia histórica no radica en su calidad como producto final, sino en términos de su influencia. Si este libro no se hubiera escrito, quizás hoy yo no estaría aquí en el aula, dando clases a universitarios con una panza de seis meses de embarazo.

Monday, October 27, 2014

Exigencias de infinito




Me molesta sobremanera esa manía que tengo por juzgar mi trabajo cotidiano como si fuera poco. Diario termino el día sintiendo que "no hice nada"o que "me falta mucho", pero si me tomo la molestia de hacer una lista con todo lo que empecé y terminé desde que me levanté hasta que mi cuerpo decidió que ya no quería seguir funcionando, me doy cuenta de que mi juicio está bastante equivocado. Las horas del día no alcanzan para todo lo que considero que debería hacer. 

Tengo que aprender a darme más tiempo para mí sin estarme juzgando. Me salía bien cuando estaba en la prepa: pasaba tardes enteras leyendo felizmente en mi cama, escuchando música o escribiendo algo por gusto, y no por obligación. 

No sé cuándo perdí la capacidad de descansar y de estar de ociosa sin remordimientos. 

Tuesday, October 14, 2014

Ver con el alma

Esta sensación es horrible: saber que algo está roto, pero sentir la responsabilidad de arreglarlo, aunque todo mundo (hasta tu propio sentido común) te digan que ya no puedes ni debes hacer nada.

He tenido esta sensación antes. En algunos casos me ha durado incluso años y he sufrido con la ruptura abierta. Pero no he renunciado -no sé renunciar- y la experiencia me ha enseñado que algunas veces esta espera y este aguante me permiten encontrar el camino de la reparación. 

No sé si de verdad soy tonta, necia o "demasiado inocente". Pero sigo creyendo que es lo correcto. Se siente correcto, por más confuso y doloroso que sea. 

Temo equivocarme y crear más rupturas que ni venían al caso por empecinarme en remendar ésta, pero sé que no podría vivir tranquila si no siguiera intentándolo. 


Tuesday, September 30, 2014

Sentir culpa

Este mundo me sorprende por despreciar la culpa. Constantemente se me invita a vivir sin culpa de nada, sin reconocer las consecuencias de mis acciones, sin juzgar mis acciones ("las cosas no son buenas ni malas, simplemente son..."). Pero eso no funciona; me consta. 

Sentir culpa no es algo malo. Lo malo (o lo bueno) es lo que hacemos con ella. 

Después de haber vivido muchas culpas, me he dado cuenta que hay de dos tipos:

1. Las merecidas
2. Las inventadas

Las inventadas son las peores. Yo les llamo demonios, porque hay que exorcizarlas. Son fáciles de identificar porque suelen ser obsesivas, destructivas y denigrantes, pero sobre todo, son mentirosas. Nos dicen cosas que no son verdad y que nos hacen sentir mal. Provocan que nos juzguemos a nosotros mismos y no a las acciones; porque verán: nadie tiene derecho a juzgar a una persona, ni siquiera ella misma. El juicio moral recae únicamente sobre la acción, no sobre quien la realiza.

Una vez identificada una culpa de este tipo, hay que desenmascararla. A los demonios les gusta actuar en la oscuridad porque su poder depende de sus mentiras, pero una vez descubiertos y puestos en evidencia, su amenaza se desvanece. Pasa lo mismo con las culpas inventadas.

Con las merecidas se procede diferente. Lo primero que hay que hacer es reconocerlas, porque si nos empeñamos en ignorarlas, como nos insiste el mundo, lo más probable es que crezcan con malformaciones y se conviertan en demonios. Ya una vez reconocidas, hay que expiarlas. Se necesita llorar el dolor que sentimos por haber hecho algo malo. Hay dolores que se lloran más y otros menos, pero la expiación es un paso necesario que no debemos saltarnos. Finalmente, hay que perdonarnos. Perdonarse no es ignorar, no es "disculparse" [quitarse la culpa], no es borrar: se trata de hacer lo bueno.

Un buen amigo me enseñó que perdonar se trata de pagar un mal con un bien, y creo que ya lo entendí. Se trata de generar un bien que supere al mal, que lo haga insignificante. El mal sigue ahí, pero ya no importa, porque es tan pequeñito y tan irrelevante que ya no puede causar daño y se nos olvida. Es algo así como arrancarse una verruga: dependiendo de qué tan grande sea, el proceso duele y la cicatriz queda, pero con el tiempo se nos olvida que alguna vez estuvo ahí.

No está mal sentir culpa. Simplemente hay que saber lidiar con ella. 




Friday, September 26, 2014

Una amiga feliz

Hoy me tomé un té con una buena amiga. Es refrescante estar con ella, porque es una persona a la que le gusta ser feliz. Y digo que "le gusta" porque es una persona que elige ser feliz. No es que no tenga problemas; tiene y ha tenido tiempos de mucho dolor en su vida. Pero quiere ser feliz y, por lo tanto, lo es. 

Lo notas desde que la saludas: te ve con una sonrisa, abre los brazos para abrazarte y cuando le preguntas "¿Cómo estás?" su respuesta inmediata es "¡Muy bien!, ¿y tú?". 

Es una respuesta común, casi esperada por mera educación, pero a ella se la crees, porque lo dice también con los ojos. 

Creo que es un buen hábito contestar siempre "muy bien" a la pregunta de cómo estás, porque la verdad es que nunca estás completamente bien ni completamente mal. Todas las vidas tienen cosas muy buenas y cosas terribles. En el fondo esa pregunta no es acerca de tus circunstancias personales de vida, sino sobre una elección. Esa pregunta te da la opción de decidir estar bien o mal; depende de a qué decidas remitirte cuando contestas. 

Gracias por el té, por la sonrisa, por escucharme y por compartir conmigo. Pero, sobre todo, gracias por recordarme que no debo cargar con las tristezas de nadie (ni siquiera las mías). Gracias por ser un recordatorio viviente de que la vida es hermosa, sin importar lo que elijan los demás.

Thursday, September 25, 2014

Vanidad

"Aun cuando lo hacen bien, los cristianos deben evitar la tentación de aparentar, de hacerse ver."


Como el Papa Francisco es todo un rockstar, no es difícil encontrar sus homilías publicadas mil veces en las redes sociales. Si debo ser sincera, rara vez le presto atención a esas publicaciones porque son demasiadas y porque suelen ser bastante cursis (no por culpa del Papa, sino por la interpretación que le dan).

Sin embargo, hoy me dio curiosidad una nota que hablaba de su homilía de hoy sobre la vanidad. En ella, Francisco no se limitó a criticar la hipocresía cristiana (la típica crítica del que se da golpes de pecho y presume que es muy bueno, pero no tiene una relación real con Dios ni busca hacer el bien), sino que también se puso a hilar fino y encontró otro huequito peligroso por el cual la vanidad puede carcomer nuestras almas: el reconocimiento externo de cuando de hecho hacemos algo bien.

Me llamó la atención porque es algo que en lo personal me preocupa. Es muy agradable que a uno se le reconozca la bondad, y a veces uno puede caer en el deseo de hacer algo bueno no por el acto en sí mismo, sino por la aprobación social que genera. 

Lo he sentido, incluso en los peores momentos de mi vida, incluso con el dolor de la muerte de José Miguel y de mi intenso deseo de ampararme en Dios y de fortalecer mi alma verdaderamente. Entonces llegaron las voces: "¡Qué admirables son Juanjo y tú!, yo no podría", "¿Cómo le hacen? Se nota que están muy unidos", "Son un ejemplo para todos nosotros"...

Mi instinto principal al escuchar esta clase de cosas fue rechazar el mérito (porque, de verdad no es nuestro mérito; esa paz definitivamente no vino de nosotros). Pero, poco a poco, la imagen de la heroína (de la "santa", como le gusta decirme al Oso), empezó a tentarme. Y me di cuenta de que está mal. Empecé a querer ser fuerte no por la fortaleza misma, no por el amor a la vida y la confianza en Dios, sino porque empecé a querer "ser ejemplo" para otros. Eso es vanidad. Y es de la peor, porque es fácilmente ocultable, porque hay acciones que "respaldan" el reconocimiento y que te hacen creerte tu papel de importancia. 

Finalmente, caer en eso te quita todo lo bueno que podías tener. Creer que "eres fuerte" te hace olvidar que la fortaleza es una virtud que tienes que cultivar todos los días y que para eso debes ser humilde. Entonces vuelve a llegar el dolor, y te encuentra desnudo y sin preparación. Los golpes de realidad nos recuerdan lo frágiles y débiles que somos; nos recuerdan la necesidad de reconocer que nuestra bondad no depende enteramente de nosotros. De eso se trata ser cristiano. 

Tuesday, September 02, 2014

Thursday, August 14, 2014

Ser cuerpo



Estoy intentando ser fuerte. Emocionalmente creo estarlo logrando bastante bien. Dios siempre ha sido muy amable y rápido conmigo a ese respecto. Cuando le pido fe, esperanza y fuerza espiritual, suele responder de inmediato. Mi problema ahorita es más bien físico. La burda materia limitada... Cada vez me molesta más.

Me gusta tener (ser) cuerpo, no me mal interpreten. El problema no es el cuerpo en sí, sino su estado decadente. Recuerdo haber leído a Sor Faustina quejándose de esto. Ella decía que cada vez veía más la descomposición de su propio cuerpo, cada vez se percataba más de que estamos más cercanos a la muerte de lo que pensamos. Normalmente, en el día a día, no nos damos cuenta de nuestra decadencia corporal. En especial cuando somos jóvenes (porque soy achacosa, pero todavía soy joven y más fuerte que muchos). Pero hay días en los que empiezo a entender las palabras de Sor Faustina, días en los que siento que mi cuerpo avanza, irremediablemente, a su putrefacción. 

Suena muy duro y quizás extraño para alguien que sepa que tan sólo cuento con 27 años. Pero es algo que no tiene que ver con la edad, ni siquiera con la enfermedad. Simplemente se trata de una sensación, de una consciencia momentánea de la limitación y la decadencia corporal a la que estamos sujetos. Es en estos instantes cuando más sentido encuentro en la explicación del pecado original: no estábamos hechos para esto. Nuestros cuerpos no estaban pensados para podrirse. 

Pero aquí estamos, lidiando con nuestro maravilloso y miserable cuerpecito cansado y adolorido. Mundo transitorio de materia burda y limitada... pero finalmente es el lugar que conozco como mi hogar. Algún día tendré otro, algún día me liberaré de esta miseria. Mientras tanto, hay que trabajar para conseguirlo. 

A juntar fuerzas donde las encuentre.

Thursday, July 31, 2014

Renacimientos cotidianos



Ayer me invadió una tristeza profunda en la tarde. La palabra "invadir" está muy choteada en esta expresión, pero no me importa que una frase esté demasiado usada siempre y cuando exprese bien lo que uno quiere decir. El problema del uso repetido es que, a fuerza de escucharse, la frase pierde fuerza y, por lo tanto, la precisión de su significado. 

Entonces hay que ponerse a pensar cómo decirlo. Podría ser algo como: "ayer por la tarde fui atacada por una tristeza profunda." Quizás "atacar" suena más violento que "invadir". El punto es que quiero decir eso: que la tristeza fue violenta conmigo y no me dio tregua. 

En esos momentos de tristeza profunda y repentina no me quedan fuerzas para pelear contra ella y prefiero entregarme a un rato de completa melancolía. Es más fácil asquearme de tristeza que forzarme a ser feliz; de este modo el asco actúa en mí y me ayuda a dar el paso de la melancolía a la esperanza de un modo mucho más natural. 

A veces me pregunto si no llevo un par de años deprimida. Según yo me siento normal, pero a penas bajo un poco la guardia, la tristeza amenaza con "invadirme-atacarme". En esos ataques repentinos me parece que la tristeza siempre a estado ahí. Lo que pasa es que en mi día a día estoy tan ocupada viviendo que se me olvida que estoy triste. Pero entonces tengo un prolongado momento de silencio y soledad... y entonces me percato de ella. 

A lo mejor sí estoy deprimida, o "enferma de melancolía", como decían los medievales; suena más bonito, menos farmacológico y algo nostálgico, lo cual me viene bien, pues así es como se siente mi tristeza. No es una tristeza romántica, de esas devastadoras que te desgarran por dentro; tampoco es una tristeza gris y aburrida que se mantiene al margen a punta de Prozac; más bien es una tristeza tranquila y abrumadora. Me llena completa en un segundo y se queda ahí, como un gran perro gordo echado en el sillón con el que prefieres sentarte a ver la tele en lugar de pelarte y forcejear con él para bajarlo. 

Pues esa melancolía me atacó ayer, y la dejé ser. Puse una de las películas más emotivas que encontré en mi colección y pasé tres horas viéndola y llorando a moco tendido en mi cama mientras tomaba un cafecito con leche. Me agoté de tanto llorar y me quedé dormida. Hoy desperté con una sed insoportable, los ojos hinchados y el corazón ligero. No había rastros de la tristeza. 

Santo Tomás recomendaba combatir la melancolía con baños de agua caliente, comidas ricas y abundantes y compañía de los amigos. Creo que es un buen consejo (me ha servido en algunas ocasiones), pero a veces es mejor optar por una catarsis cruda y grosera. Tengo muchos dolores que exorcizar todavía. 

Wednesday, July 16, 2014

Re-aprendiendo a esperar

Nunca pensé que sentir esperanza fuera un ejercicio tan difícil. A mí siempre se me ha dado de manera natural; pasara lo que pasara, sufriera lo que sufriera, la esperanza siempre surgía rebelde de mi pecho acongojado para gritarme con violencia y ardor: "¡hay sentido!"

Lo sigo creyendo con la misma firmeza de siempre, pero, por primera vez en mi vida, me está costando trabajo experimentarlo. La esperanza no está viniendo a buscarme como de costumbre, sino que tengo que detenerme en mi día a día para buscarla, cuidarla y protegerla del miedo.  

Este cambio no es algo casual; evidentemente tiene que ver con que cargo con un corazón roto que no sé cuántas veces más pueda remendar. ¿Habrá límites para los remiendos? Me gusta pensar que siempre quedará un pedacito de carne limpia para poder meter la aguja y sostener el resto con un hilito. Deforme y desaliñado, mi pobre corazón, pero palpitante. Eso debe ser suficiente para alojar a la ardiente esperanza.

Lo bueno de esta nueva experiencia -de tener que salir a buscar algo que antes daba por sentado- es que me ha hecho pensar mucho.

Hace poco leí la historia de una mujer que hablaba sobre la infertilidad y el dolor que le produjo darse cuenta de que no podía tener hijos. Ella escribió que "la esperanza no es la presuntuosa anticipación de una realización, sino el poder de aceptar pacientemente un ‘aún no’." Esta frase hizo un sentido muy profundo en mí. Quizás la esperanza ya no viene solita a mí porque ya no necesito esa esperanza rebelde y gritona de mi adolescencia. A lo mejor tengo que encontrar una esperanza más paciente y adulta, una que sepa mantenerme tranquila ante el miedo y la incertidumbre. 

Creo que el tipo de esperanza que estoy buscando se parece más a la confianza o a la paz. 

Tuesday, June 03, 2014

Historias de mujeres

Tengo varias amigas. Todas son personas muy normales, con problemas, retos, logros, alegrías y tristezas, como cualquier mortal. Sin embargo, dentro de esas amigas tengo algunas con unas historias realmente duras. Sus dolores no son los dolores normales; cargan con historias de violencia, con mucho silencio y con una profunda confusión mental y emocional.
No lo saben, pero se conocen entre ellas. Y se ven las unas a las otras como mujeres perfectamente normales. No saben que están hermanadas por su dolor. 

Si supieran la esperanza que me dan... Son mujeres admirables, pues salen adelante a pesar de sus heridas y sin que nadie las vea. Son las verdaderas humildes, las que saben guardar silencio, las que no se ven tentadas a sentirse víctimas. 

Es muy cómodo que el mundo sepa de tus dolores, porque todos te cuidan y te ven como ejemplo de virtud cada vez que te levantas a vivir y a sonreír. Pero vivir como viven ellas... eso es más duro. 

Guardo sus historias como tesoros. Las quiero y las admiro mucho por su fortaleza, pero en realidad me gustaría que pasaran desapercibidas por tener una de esas vidas normales, triviales y tranquilas. 

Monday, May 12, 2014

Cuando el amor se confunde con la obsesión



Por lo general no me enojan tanto los ataques de personas que no comparten mi fe ni comprenden mi religión, porque entiendo que sus críticas muchas veces son resultado de ignorancia (o de malas experiencias con católicos incoherentes, que viene a ser lo mismo). Lo que sí no puedo tolerar es el ataque frontal y negativo a la institución de la Iglesia (entendida en toda la extensión de la palabra, para quien entienda) por parte de personas que están dentro de la misma, que conocen la fe y dicen vivir conforme a las enseñanzas de Cristo. 

La crítica es crítica, nada más. La denuncia no cambia al mundo: ciertamente hay que tener la valentía de apuntar los problemas, pero eso es nada más el primer pasito. Es verdaderamente valiente el que se atreve a ver lo bueno del mundo y a tratar de transmitirlo, el que no se queda en la denuncia, el que sabe ver más allá. 

El santo es el que se vuelve transparente para que la luz de Cristo ilumine a los que lo rodean, no el que se dedica a ensombrecer la vida y la fe de los demás. "Pobre de aquél que escandalice el alma de un inocente", dijo nuestro Señor a Sor Faustina. Y sí, pobre de él, porque se pierde la parte más hermosa de ser católico. 

Wednesday, April 23, 2014

P.D.



Esta temporada de ceniza sangré como nunca. Arrastré mi vida como si fuera una sombra cargada de plomo. Pero llegó el día de los colores. No sé cómo, pero los colores dieron paso a la luz. Hoy camino más tranquila. Ya no siento el peso de la sombra. De nuevo tengo ganas de sonreír. 

Siempre pienso que te vas a tardar mucho más y me preparo para soportar y tener paciencia, pero eres rápido, muy rápido (acudes con la prisa del amante que va a ver a su amada). Tienes "buena mano" para arrancar escamas. Gracias.

Friday, April 11, 2014

No te puse tu nombre: lo descubrí

Aunque me rompa




Sabes -en el fondo lo sabes- que no te pide que seas feliz, al menos no así. Él no es simplote y miope como tú, Emilia. Él sabe, mejor que nadie, lo que es sufrir carencia, lo que es vivir abusos, lo que es sentir profunda y dolorosa pérdida. Él lo ha vivido en carne propia (literalmente carne). 

Él no te pide que seas feliz, porque sabe que no puedes, no tienes la capacidad y este mundo tampoco puede dártela: ambos, tú y el mundo, están rotos.

Lo único que te pide es que lo dejes actuar en ti, porque Él sí puede llenarte, Él sí puede curar esas horribles cicatrices que amenazan con podrir tu alma. El problema es que abrirte para recibirlo te va a doler, mucho más que las carencias, mucho más que las pérdidas y las decepciones. Estos males se te antojan como amigables refugios contra el dolor de la apertura, porque te permiten ser víctima, porque así puedes recibir la lástima, las palmaditas y la admiración de los demás. 

Para abrirte vas a tener que dejar que te termine de romper; vas a sentir cómo te abre y te abre hasta que ya no puedas más, hasta que pienses que te vas a morir del dolor. Tu misión es permanecer firme y confiar en Él, aunque esté permitiendo que sufras así.

Al final de esa ruptura, te vas a dar cuenta de que necesitabas quebrarte así, necesitabas romper las escamas laceradas y escarpadas para renacer en tu piel de mujer.

Ya lo has vivido, Emilia, por eso sabes que es así, te consta. Sin embargo, tienes miedo, porque te acuerdas lo difícil que fue. Estás enojada, pues no entiendes por qué tienes que pasar otra vez por lo mismo. Mientes: sí lo entiendes, es sólo que te está costando trabajo aceptarlo. Sabes que mientras vivas, estarás sometida a esta prueba, una y otra vez. Y eso no es Su culpa, Él no quisiera que sufrieras (Él no quiso sufrir y morir así), pero sabe que es la única manera de salvarte, y te ama, te ama tanto...

Daría todo, hasta la última gota de su sangre, hasta el último aliento de su cuerpo y aún hasta lo más sagrado de su alma para evitarte este dolor. Y lo hace. 

No te pide nada: te lo da todo. Lo único que tienes que hacer es aceptarlo.

Guarda silencio en tu alma, aleja el ruido de los lamentos y de los miedos para que puedas escucharlo.


Preparo mi corazón para ti, Señor. Está estrujado y duro como piedra, y yo no lo puedo abrir. Te lo ofrezco así de feo como está, aunque me dé un poco de vergüenza, porque sé que Tú puedes hacerlo digno de Ti. Ábreme, aunque me duela; ábreme, aunque me deshaga en el proceso.





Wednesday, March 05, 2014

El hombre es un ser para la [resurección]

"Los hombres podemos tener y de hecho tenemos dudas; pero más allá de las dudas y aun en las dudas mismas se abren las vías del conocimiento: conocimiento del mundo, conocimiento del hombre, conocimiento, sobre todo, de la presencia de Dios a través del hombre y del mundo." 
Ramón Xirau




Thursday, February 06, 2014

Eres morada, y Dios te habita



Sé que la distancia es en parte por la vida y en parte provocada. Sé, también, que nos hace falta y por eso la agradezco. Sé que el tiempo y el amor curan lo incurable. Sé que las personas cambian, y los caminos también. 

Sé todo esto porque tengo esperanza, porque -a pesar de lo complicado que pueda ser- nunca voy a dejar de creer Ti. 

Nunca.

Saturday, January 18, 2014

God's palace


"Imagine yourself as a living house. God comes in to rebuild that house. At first, perhaps, you can understand what He is doing. He is getting the drains right and stopping the leaks int he roof and so on; you knew that those jobs needed doing and so you are not surprised. But presently He starts knocking the house about in a way that hurts abominably and does not seem to make any sense. What on earth is He up to? The explanation is that He is building a quite different house from the one you thought of -throwing out a new wing here, putting on an extra floor there, running un towers, making courtyards. You thought you were being made into a decent little cottage: but He is building a palace. He intends to come and live in it Himself." 
- C.S. Lewis

Entiendo -desde hace tiempo lo hice- que la vida no puede ser absolutamente pacífica. Puede haber momentos de paz, eso es cierto, puede haber temporadas de tranquilidad, pero hay que tomarlas como lo que son: períodos de descanso y de recuperación de nuevas fuerzas, pues la lucha continúa y tenemos que estar preparados.

Una visión así de la vida, como una guerra constante, puede sonar terrible y deprimente, pero no es así, al menos no como yo la entiendo. Una vez que acepté que el dolor no es algo de lo que tenga que huir desesperadamente, sino que es algo que puedo aceptar como consecuencia de la guerra/demolición, se volvió más soportable. Porque entonces entendí que la guerra va a tener un fin y tenemos la victoria asegurada. Después de la demolición habrá un espléndido palacio lleno de Dios: la paz de hecho vendrá, lo único que tenemos que hacer es aprender a esperarla con fortaleza, confianza y humildad. Y en esa misma esperanza de la paz, ya hay algo de anticipación de la misma. 

Así aprendí que en la misma experiencia del dolor se encierra la experiencia de la paz. Por eso puedo sentir que el alma se me parte con la ausencia de mis niños, y al mismo tiempo llenarme de una profunda y tranquila alegría al saber que son felices y plenos, y de que sólo tengo que esperar para volver a verlos. 

[Y en esa esperanza hay algo de anticipación...]

El bien de poder saberlos y sentirlos bien es infinitamente superior al mal de su ausencia corpórea. No es que no duela -duele como ningún otro dolor que haya experimentado en mi vida-, pero ese "doler" se vuelve poco importante.

Suena a cliché y no puede sonar de otra manera, porque las palabras no bastan para describir sensaciones tan fuertes, pero es la verdad. Puedo ser feliz en esta vida porque aprendí a aceptar y a enfrentar su dolor. No sé qué clase de palacio está construyendo nuestro Señor conmigo, pero confío en Él y sé que cuando termine va a ser algo que jamás me imaginé que pudiera existir; y me va a encantar.