Monday, September 17, 2018

Recordándome



Cada vez es un poco más fácil aceptar -y disfrutar- el enorme cambio de vida que he tenido en estos últimos seis años. Han sido cambios radicales, veloces y en muchos aspectos de mi vida. De pronto, tengo que volver a conocerme. Reconocer mi nueva piel, sus pliegues, sus cicatrices, su nueva forma. Volver a conocer cosas tan básicas como mis gustos; ¿hace cuánto que no compro un libro nuevo, me dejo sorprender por músca nueva o elijo una serie de Netflix para ver yo solita?

¿Qué me define ahora? Antes me sabía empresaria, profesora, escritora. A eso eventualmente le agregué "esposa" y "mamá". Y de repente, sin más, la vida me deja en claro que no puedo ser todo al mismo tiempo, pues mis circunstancias personales me reclaman que elija. Por supuesto, elijo a mi familia. La decisión fue clara y evidente para mí desde el inicio, pero no por eso dejó de ser difícil. Sigue doliendo, sigue siendo una lucha constante.

Ser esposa y madre me ha enseñado muchísimo sobre mí misma, me ha hecho darme cuenta de lo fuerte que puedo ser y de lo satisfactorio que es vivir para otros. Me ha hecho consciente de la alegría tan grande que se puede encontrar en los detalles pequeños y de que el sentido de esta vida se encuentra más en las aventuras cotidianas que en un enorme ideal a largo plazo. Y sigo aprendiendo un montón.

Ahora estoy aprendiendo a ser esta nueva "yo", porque, honestamente, en esta loca carrera que es la creación de una familia, me perdí un poco. Me siento diluida entre las necesidades de otros; las horas se me escapan entre la lista del súper que hay que pedir, el uniforme que tengo que lavar, el llanto que no puedo dejar desatendido, el lunch que tengo que dejar listo para el día siguiente, la llamada al doctor que no debo postergar...

Me he descuidado en mis necesidades simplemente porque es más fácil y más cómodo que trabajar para dejarme un huequito en mi ocupada agenda. Esto es nuevo para mí: aprender que darme tiempo también es una tarea que no siempre se me antoja, pero que debo hacer. ¿Quién lo diría? A uno le puede dar pereza cuidar de sí mismo. No tenía idea que existía tal grado de cansancio y flojera. Pero lo fácil no necesariamente es lo mejor ni lo más sano. Por eso estoy aquí, obligándome a escribir unas pocas líneas para vaciar mi mente y mi alma antes de regresar al trajín.

Hay tantas ideas que quiero abordar, tantos posts que quiero escribir... Pero mi mente y mis dedos también se sienten un poco oxidados. La falta de sueño y de práctica tienen un efecto catastrófico en el intelecto. Me sé inteligente, pero me siento tonta, atrofiada mentalmente. Otro aspecto de esta nueva "yo" al que me tengo que acostumbrar. 

Releo mis líneas y las siento inconexas, un tanto torpes. Es normal. Es como cuando uno empieza a ir al gimnasio después de mucho tiempo de no ejercitarse. Poco a poco iré robusteciendo mis ideas, las palabras saldrán con mayor fluidez, volveré a sentirme apta para pensar y compartir lo pensado. Mientras tanto, sólo puedo ofrecer este torpe ejercicio literario.