Monday, August 20, 2007

Los ángeles sí existen




Alguna vez, una amiga me dijo que los ángeles son señores vestidos con camisas azules que uno se encuentra en la calle cuando tiene problemas. No sé si sea del todo cierto, pero es algo que funciona para ella. Y me consta.

Yo nunca me había encontrado con un ángel. Siempre pensé que eran seres imaginarios que representaban algunos sueños y deseos humanos y que se ponían de adorno en las iglesias. Jamás se me ocurrió que los ángeles pudieran existir y que fueran, como su nombre lo indica, mensajeros reales. ¿De quién o de qué? Aún tengo mis dudas, pero me gusta creer que de la verdad.

Hace poco conocí a un ángel. No tenía alas ni portaba una espada. Tampoco bajó del cielo ni estaba rodeado de un resplandor dorado. Sencillamente fue alguien que llegó a mi vida en el momento preciso y me dijo justamente lo que necesitaba escuchar.

El domingo pasado fui a casa de mi tía a una comida familiar. Algo aparentemente cotidiano y normal, pero en realidad fue algo tremendamente fuerte para mí, pues no había asistido a una de esas comidas en varios años por una serie de problemas familiares muy duros por los que me separé de la familia. No voy a entrar en detalles, pero durante mucho tiempo viví algo dolida y molesta por la situación. Sin embargo, después de tanto escuchar hablar del famoso perdón, pensé que valdría la pena intentar recuperar algo de la relación que perdí hace tantos años.

Estaba sentada en la sala de la casa, viendo cómo todos platicaban entre ellos y sintiéndome profundamente incómoda. Me sentía como un intruso. Yo ya no pertenecía a ese lugar, ya no conocía a las personas que me rodeaban y no sabía de qué hablar con ellos. Incluso había varios primos míos que nunca había visto, pues habían nacido y crecido durante el tiempo de mi ausencia.

Estaba en esas, pensando para mis adentros en lo mucho que deseaba desaparecer, cuando una pequeñita se me acercó de la nada y se sentó en mis piernas. Era una niña preciosa e inquieta, con unos ojos brillantes y curiosos que me recordaron mucho a los de mi hermana cuando era chiquita.

-Tú eres Emilia, ¿verdad?

Era más una afirmación que una pregunta. Yo le dije que sí y no pude evitar sonreírle. Pero ella no me devolvió el gesto, sino que permaneció seria. No era una seriedad que denotara enojo o preocupación. Más bien era de esos semblantes que demuestran una gran inteligencia y capacidad de reflexión. Me sorprendió bastante en una niña tan pequeña (tan sólo tiene siete años), pero también me tranquilizó mucho. De todas las personas que estaban presentes ese día, ella era la única que parecía comprender mi situación.

Me hizo muchas preguntas. Quería saber cosas de mí, conocerme. También le preocupaba el hecho de que fuéramos primas y que nunca nos hubiéramos visto. Me platicó de su vida, de sus juguetes y de las peleas infantiles con su hermana mayor. Hablamos de cosas sencillas como Harry Potter, la escuela y los juegos; pero también me preguntó sobre la vida, la adolescencia, el amor y la muerte.

En algún punto de la conversación me preguntó sobre mi papá. Es posible que a cualquier otra niña no le hubiera alcarado tanto la situación, pero, por alguna razón, pensé que ella se merecía la verdad.

-Murió hace muchos años, cuando yo era chiquita -le dije.

Ella guardó silencio por un momento. No fue un silencio incómodo, como esos que surgen cuando le digo esto a un adulto, sino que era más bien un breve momento de reflexión. No sé qué clase de cosas puedan pasar por una mente con tan poca experiencia, pero estoy segura de que eran pensamientos realmente profundos.

De repente, mi pequeña prima salió sus reflexiones y me miró. Me dijo, con su vocecita infantil, que mi papá era un ángel. Me llamó la atención la seguridad con la que hizo esta afirmación, así que le pregunté:

-¿Cómo sabes?

Ella reflexionó por un momento.

-Porque lo vi en una foto de mi mamá y tenía unas alas que le salían por detrás -me dijo al fin.

No sé a qué se refería ni de qué foto hablaba, pero, curiosamente, esa respuesta fue suficiente para mí. Por un breve instante, tuve la seguridad de que los ángeles existían.

No sé si mi pequeña prima se dio cuenta de todo lo que logró mover dentro de mí ese día, pero estoy absolutamente segura de que no me voy a perder la próxima comida familiar.

6 comments:

Alberto Tensai said...

La mente de los niños es una cosa envidiable... más allá de las limitaciones de los prejuicios, el miedo, la educación, etc. son libres de pensar a gusto y opinar de igual manera.

Claro que aun así tu prima es sorprendente! Yo tengo primos de las edad más o menos y créeme, no tienen tanto seso (o no lo demuestran...)

Me da gusto, por otro lado, que hayas intentado eso del "famoso perdón" jajaja. Siempre funciona.

E.P.S. said...

No te olvides que además de la camisa azul también tienen lentes :P jeje.

Pues esa concepción que tienes de los ángeles es la misma que yo tenía cuando era chiquita. Pensé que mi abuela al morir se había ido al Cielo y se había convertido en un ángel, y que nos cuidaba aunque no pudiéramos verla. de hecho a veces me parecía verla en un jirón de nubes...
Yo creo que sí existen y que están ahí cuando más los necesitamos ;)

Por otro lado, la primita que te encontró probablemente fue como un regalo de retribución al practicar el perdón, ¿no lo crees? ;D

Zoon Romanticón said...

And... If God will send his Angels...

Destination said...

¡No sabes lo feliz que me hizo que escribieras eso! Y espero que la útima oración no la hayas hecho por terminar bien y estéticamente un texto eh????

Sandra Figueroa said...

Creo que si existen los angeles, pero tambien los demonios. Algunos de ellos, se han cruzado en mi camino en algun momento de mi vida. Lindo texto .

pajaro de fuego said...

Claro que existen los ángeles, en todas las religiones, pueden ser señores mayores, las´típicas marujas de balcón o un familiar, yo siento la presencia de mi yaya muchas veces, sobre todo cuando me cabreo por estupideces y me dice " pidele perdon a tu madre", llamadles cupidos, querubines, guardian, luz blanca o Gabriel pero existen, y yo lo sé por experiencia, y no suelo ser suertuda, y mi vida es un poco dura de más, sin animo de parecer superior...