Thursday, June 11, 2009

Más presentaciones: Leo, Kaptha y Yamal

- Bueno, ¡ya es suficiente! He pasado las últimas dos horas vagando por esta pseudo ciudad en busca de esa maldita bestia. No pienso perder ni un segundo más de mi tiempo pensando en ese camello sin cerebro.

-No sea tan duro, shabah. Los nelefá son seres del desierto, y su espíritu necesita ser libre. Es posible que se haya quedado en las afueras.

-Pues que se quede ahí, entonces.

-Alguien podría robárselo.

-Mejor para mí. Así me libro de ese animal estúpido.

Kaptha movió la cabeza con desaprobación, pero no dijo nada. Sabía que su amo extrañaba a Yamal, pero el enojo lo impulsaba a decir esas palabras tan hirientes.

-Lo mejor será buscar un lugar para pasar la noche. Ya está oscureciendo y no hemos comido nada en varias horas. Mañana compraremos otro camello y nos iremos de aquí.

Eso era lo que le gustaba a Kaptha de su joven amo: siempre utilizaba palabras refiriéndose a “nosotros” en vez de “yo”. En todos sus años de esclavo, jamás había sido tratado con tantas deferencias.

-¿Mi shabah quiere que busque una posada para descansar?

-Sí, por favor. Y de preferencia, busca una que no tenga chinches en las almohadas.

El sirviente bajó la cabeza con respeto, y se perdió entre la bulliciosa calle. Leo se sentó en un escalón desgastado por el tiempo y la arena, y tomó unos cuantos tragos de su termo hermético. Ya había pasado más de dos años en Retorian y todavía le sorprendía el fuerte contraste entre la forma de vida de las personas y la avanzada tecnología con la que contaban. Por un lado, tenían los transportes más rápidos que él había visto, pero la mayoría de la gente seguía prefiriendo a los animales de carga.

-Nunca voy a entender a este mundo tan contradictorio- se dijo a sí mismo, mientras veía cómo los vendedores comenzaban a guardar sus productos y la masa de gente disminuía poco a poco.

"Se parece a los tianguis" pensó con nostalgia.

¿Cómo sería la ciudad de México después de dos años y medio? ¿Habría cambiado algo, o todo seguiría igual?

-Sea como sea, yo no me voy a enterar sino hasta después de varios años.

Era triste imaginarse a sus padres, la escuela, los planes… ¿Qué sería de él si todavía estuviera en su casa? Lo más probable es que estudiara en la universidad y tuviera una novia y un auto para salir de antro. Aunque, en realidad, Leo nunca había sido de antros, le gustaba imaginarse como un muchacho común, viviendo una vida normal. Pero él había elegido alejarse de todo eso para seguir un sueño. Ya no estaba tan seguro de que la verdadera razón de sus estudios fuera su hermana. De hecho, ya no guardaba ninguna esperanza de encontrarla, pero seguía adelante por el simple deseo de hacer algo con su vida. Después de todo, nadie le aseguraba que algún día podría regresar a México.

Leo dejó escapar un suspiro y trató de olvidar sus temores. Observó el atardecer con los ojos entornados y la mirada perdida. Pero entonces, una lengua húmeda y desagradable lo sacó de sus pensamientos cuando le lamió la cabeza.

-¡Ahgg!

Se paró, desconcertado, y se encontró de frente con un hocico baboso y oloroso que él conocía muy bien.

-¡Maldito animal! ¡Eres un asco, me las vas a pagar!

Atrás de él, llegó Kaptha corriendo con una amplia sonrisa en el rostro.

-Mire lo que encontré, shabah, ¡es Yamal!

-Sí, ya me di cuenta.

-Lo encontré en el establo de una posada. Un viajero lo vio vagando por el desierto y se lo llevó. Se lo tuve que comprar, pero valió la pena.

-¿Lo compraste? ¡Pero si es nuestro camello!

-Yo lo sé, shabah, pero el hombre no me creyó. Pensó que me lo quería robar.

-¡Perfecto! - exclamó Leo con sarcasmo. – Primero se pierde, y luego lo tenemos que comprar otra vez. Es el animal más desesperante y estúpido que he conocido.

Pero Yamal no se dio por aludido. Se encontraba muy ocupado olisqueando la apetitosa capa de su amo.

-Ah, no. Esto no te lo vas a comer.

Leo enrolló su prenda y la abrazó con fuerza, pero el camello estaba decidido a conseguirla y comenzó a mordisquearle el brazo.

-¡Kaptha, quítame a este animal de encima!

-Ya voy, shabah.

El esclavo tomó las riendas la bestia con firmeza y le acarició el cuello.

-Vamos, Yamal. Kaptha encontró un lugar fresquecito en donde podrás comer a gusto.

Leo lo siguió murmurando maldiciones, mientras se limpiaba la baba del pelo y la ropa.

-Algún día me voy a deshacer de ese camello estúpido.

Kaptha sonrió, movió la cabeza, y siguió caminando.

2 comments:

Alberto Tensai said...

Jajaja me encantó. Pero qué iluso el tal Leo, ¿por qué querer volver a este sitio virulento, en donde dos años y medio transcurren y hay cambios, pero nunca significativos y siempre para mal?

Nerea said...

Vaya, cada vez me intriga mas esta historia tuya... y mejor no digas, Tensai, en una de esas a ti te entra la nostalgia cuando nos vayamos de aqui... no vaya a ser que terminemos dando con las Cuatro Tierras o algo asi... jajajajaja