Tuesday, September 19, 2006

Regresiones

Michael Ende, en uno de los capítulos de La Historia Interminable (si no la han leído, háganlo), tiene un personaje muy curioso llamado Doña Aiuola, que vive en una casa llamada "la casa del cambio", pues quien entra ahí sale cambiado. A este lugar es a donde llega Bastian, el protagonista de la historia. Entonces Doña Aiuola lo recibe y lo atiende, pero siempre tratándolo como a un bebé: le da de comer, lo mima, lo viste y lo hace dormir en una cuna. La casa de cambio, por su parte, hace crecer sus paredes y sus muebles para que Bastian recuerde lo que se siente ser un niño pequeño. Al principio a él no le parece, pero poco a poco va aceptando los nuevos tratos y llega a recordar muy bien lo que era ser un niño.

Tal vez fuera de contexto esto no haga ningún sentido, pero lo recordé porque así es precisamente como me siento ahora. Mi mente inquieta funciona como siempre y constantemente se me ocurren cosas que quiero comunicar, pero no puedo hablar. Tampoco puedo comer otra cosa que no sean papillas y tengo que hacerlo lento y con cuidado. Quiero hacer un montón de cosas, pero me canso muy rápido y tengo que dormir mucho. Es como volver a ser un bebé.

Al enfermarse uno aprende a desarrollar la poca paciencia que tiene (¡la virtud es una paciencia!), pues no hay mucho que hacer al respecto, salvo esperar. Mientras tanto, seguiré viviendo en mi propia casa de cambio, a ver qué novedades encuentro en mí misma.

4 comments:

Alberto Tensai said...

Me da gusto ver que cada vez se me cita más en espacios intelectuales. ¡Pronto seré famoso! jajajaja Virtud, querida Emilia, virtud, que ya te curarás.

Zoon Romanticón said...

¡Ya pronto sales de ésta! ¡Ánimo, dilectísima Emilia!

No he leído el libro... por eso lo único que se me ocurre comentar es que quizá sea bueno eso de redescubrir el Yo. Un modo de salvar el reproche que se hace Herold y que después se le achaca a Borges:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios... (Fragmento de Instantes)

E.P.S. said...

La Historia Interminable marca un cambio en mi vida: El antes y el después de leerla. Y sin embargo, la he releído varias veces, a veces por mordiscos, a veces de un jalón... siempre es una delicia el recordar y el volver a crear recuerdos.

Me parece que la filosofía de Ende es algo que se come a cucharadas, poco a poco, a veces en papilla, pues no podemos masticarla a nuestro antojo; ya lo estas experimentando, mujer.

Espero encontrar en el futuro, paseando entre los anaqueles de una librería, algún libro cuya autora me recuerde a esta niña sabia con sus inspiraciones nocturnas =)

Zoon Romanticón said...

Doña Auiola me dejó hasta ahora la enseñanza más profunda de toda la Historia Interminable: cuál es la Verdadera Voluntad del hombre. Mi Verdadera Voluntad.

Sé que voy por buen camino porque me lo dijiste. Espero no salirme de él.

Como sea, esa maravillosa casa del cambio me dio una lección muy profunda, casi tanto como ese Deseo.