Wednesday, September 22, 2010

Pensamiento recurrente

Se sentó en su banca favorita del parque, la que daba al estanque de los patos. Su nana solía llevarla ahí cuando era niña. Hacía años que no regresaba, pero todo seguía igual. Incluso la banca seguía rechinando con el mismo sonido metálico de antaño. Pero la experiencia se sentía diferente. Era como observar un cuadro, como si ella estuviera fuera de la escena y tan sólo la estuviera contemplando.

Alicia vio sus manos. Estaban arrugadas y manchadas. Su cabello, alguna vez negro azabache, ahora era completamente blanco. ¿Cuándo había envejecido tanto? En ese momento le pareció que su vida había pasado muy precipitadamente. Había hecho tantas cosas, conocido a tanta gente, visitado tantos lugares... Había amado mucho, quizás demasiado.

-¿Será posible? -se dijo Alicia. -¿Se puede amar “demasiado”?

Tal vez tan sólo había amado lo suficiente, lo que había podido. Ser lastimado es parte del proceso, y ella lo sabía muy bien. Sin embargo, en ese momento, sentada en su banca favorita, tuvo la certeza de que cada cicatriz había valido la pena.

-¡Pero qué cosas piensas! -exclamó de pronto para sí. -Pareciera que te estás despidiendo, pero no deberías hacerlo. Aún tienes muchos planes y cosas que hacer.

Alicia se levantó, acompañada por ese rechinido metálico que la llenaba de recuerdos, y tomó el camino de regreso a su hotel. Su corazón viejo y remendado aún funcionaba y, escondido bajo la mata de cabello plateado, aún había un cerebro con una mente activa y ocupada.

-Si es verdad que la muerte es inevitable, -pensó Alicia- entonces quiero que me sorprenda viviendo.

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