Monday, May 04, 2009

En busca del príncipe azul




Tres meses. Ese era mi límite. El enamoramiento decaía brutalmente, el hechizo se rompía y mi bellícimo príncipe azul se convertía en un mortal más, común y corriente.

Desde niña supe que quería enamorarme y vivir una historia maravillosa con un hombre que me hiciera feliz. Al principio soñaba con los héroes de mis cuentos de hadas y me imaginaba como una princesa que necesitaba ser encontrada. Después fui creciendo y cambié un poco mi visión de las cosas. Prefería ser una joven valiente, fuerte e independiente y toparme, casi por error, al hombre que quisiera acompañarme en mis aventuras. Sea como sea, quería sentir el cosquilleo en el estómago, sentir cómo se me desbordaba el corazón del pecho y mirar al cielo con una mirada apasionada.

Lo logré. Un día pude personalizar mis ilusiones en un niño hermoso y sentí las delicias de mi primer enamoramiento. A pesar de que era una adolescente orgullosa que se consideraba muy independiente y que despreciaba la cursilería, me permití ser dulce, detallista y tierna. Era completamente feliz y me imaginaba un futuro idílico con mi príncipe de cuento de hadas.

Un día, después de casi tres meses de feliz noviazgo, la burbujita se rompió. Ya no sentía la emoción del principio, la pasión me abandonó y mi niño ya no me parecía tan maravilloso. Me di cuenta de los múltiples defectos que tenía y descubrí, con sorpresa, que nuestras expectativas de la vida eran completamente diferentes. No tenía nada de malo; seguía siendo el mismo de siempre, pero ya no estaba enamorada de él.

El patrón se repitión la siguiente vez. A los tres meses, toda mi alegría desapareció y me di cuenta de que mi novio ya no me gustaba como antes. Seguía soñando con mi príncipe azul, pero ya no me sentía tan segura. Me empezó a dar miedo que la vida no fuera lo que yo pensaba y que todas mis esperanzas no fueran más que vanas fantasías.

Un buen día, conocí a otro príncipe. En esta ocasión fui mucho más precavida. Me aseguré de conocerlo bien y no idealizarlo. Identifiqué sus puntos flacos e intenté ser objetiva todo el tiempo. Finalmente, decidí arriesgarme una vez más. Me enamoré y disfruté el momento. Sin embargo, los temidos tres meses se acercaban. Efectivamente, me pasó lo mismo que las veces anteriores. Me sentía desesperada y confundida. Comencé a preguntarme si realmente la vida era así y tenía que aprender a conformarme con ella o si debía seguir adelante y no rendirme hasta encontrar a mi hombre ideal.

Estaba tan asustada, tan perdida, que tomé una decisión extremadamente arriesgada: le confesé lo que sentía a mi novio. Descubrí, con sorpresa, que él sentía lo mismo. Después de hablar con él, me atrevía a darnos otra oportunidad. No pensaba rendirme, el amor no podía ser tan gris, tan conformista.

Poco a poco, fui dándome cuenta de muchas cosas. El amor verdadero existe, pero no es tan fácil como en los cuentos. El príncipe azul es un ideal inexistente, pero eso no significa que el amor deba ser falto de pasión y emociones intensas. Aprendí a ser paciente, a conocer a profundidad y a fortalecer mi relación. Me volví a enamorar, ya no de un príncipe, sino de un caballero, de un ser humano, un hombre de carne y hueso que se equivoca, que se cae y sangra, pero que también es alcanzable. Entendí que el amor es la entrega entre dos personas, no la persecusión de un ideal encarnado. Aprendí a besar las heridas de mi guerrero y lo ayudé a levantarse cuando lo necesitó. También me di cuenta de que yo tampoco soy ninguna princesa y que también necesito que me tiendan la mano de vez en cuando.

Hoy soy capaz de comprometerme y de atarme a mi novio sin temer que no sea "el hombre ideal". Sé, de hecho, que no lo es, y precisamente en eso radica mi seguridad.




6 comments:

Destination said...

fé de erratas: en el párrafo que dice "conocí a otro príncipe" debería decir "me topé con un sapo"... jaja

no me caía tan mal la joven independiente y aventurera, espero que no haya desaparecido del todo aún cuando ya encontró a su (ahora sí) príncipe.

un abrazo a los 2!!!

Blascone said...

Me encantó esta entrada... me recordó a un sentimiento de iluminación que tuve hace algunos meses... ya sabes, cuando te das cuenta de una verdad que siempre estuvo ante tus ojos y que te negabas a ver...El amor de Disney no existe...

Y como dice Álvaro Abitia:
Y así aprendí que nadie es de nadie,
así creí en lo que creo,
y así aprendí que nadie sabe
¿qué es el amor, qué es el deseo?

Nerea said...

Interesante. Una historia que medio sabía porque me la compartiste en corto hace algunas tardes ya... Admirable el atreverse, es difícil (dímelo a mí) concuerdo con aquéllo de ser mujer independiente, nada de damisela en peligro... pero también es valioso aceptar que, aventurera o bruja, seguimos siendo humanas. No es debilidad, sino humanidad lo que destilamos. El amor, el verdadero, no es sencillo ni de encontrar ni de cultivar. Pero igual, nada valioso en este vida es regalado. Qué felicidad que seas feliz.

Zoon Romanticón said...

¡Croack!

No creo que la joven aventurera haya desparecido. Sólo creo que se embarcó en una nueva aventura, mucho más grande que las fantásticas: la vida. Si hay algo que me impresiona del ocioso Sr. Hickman es ese espíritu de aventura que tiene y su empuje a navegar los mares más salvajes.

Alberto Tensai said...

"Me topé con un sapo" jajajajajajajaja

Qué raro eso de los tres meses. Algo debe estar escrito por ahí en tu código genético jajajaja.

Y por cierto, que cierta pareja muy melosa e insufriblemente cursi ya superó esa barrera, para la desgracia de quienes tienen que soportarlos :P

Anyway, no es sencillo aprender lo que has aprendido y dices en este post. Tuviste suerte al encontrar tu lección en el tercer príncipe, a mí me tomó como 6 princesas jajaja

Emilia Kiehnle said...

Jajaja, pues felicidades, la séptima es la vencida :P

Y lo de los tres meses no es tan raro. Es más o menos el tiempo que tarda en bajarse el efecto químico del enamoramiento. De eso me enteré después, jeje.