Me siento extrañamente aletargada, pues aunque mi mente inquieta no deja de pensar cosas, en la vida real los minutos pasan y el reloj no me dice gran cosa. Si el tiempo es la medida del movimiento, entonces mi tiempo va más lento. A veces tanto que se vuelve irrelevante. Paty llega con la bandeja de la comida o del desayuno, mi mamá con las inyecciones diarias, la noche con su paz y fresca calma... Esos son mis indicadores. Mido mi vida a través de los momentos en los que interrumpo mi trabajo o mi soledad para comer o para ser atendida por alguien.
Extrañamente, ya me estoy acostumbrando a esto. Me pregunto si mi vida regresará a como era antes en cuanto el doctor me dé de alta. ¿Estos días de resignamiento a la inmovilidad no repercutirán en algo en mí, en mi forma de ser y de vivir? ¿Será tan sólo uno de esos períodos que pasan por la vida de alguien sin representar una importancia notoria?
Podría ser, pero si fuera así entonces no estaría escribiendo sobre esto. Las experiencias nos cambian cuando decidimos hacerlas relevantes en nuestra vida. Y al parecer estos diez días en cama son parte de cuatro años de enfermedad que me han hecho replantear y pensar mucho lo que quiero hacer con mi vida.
Extrañamente, ya me estoy acostumbrando a esto. Me pregunto si mi vida regresará a como era antes en cuanto el doctor me dé de alta. ¿Estos días de resignamiento a la inmovilidad no repercutirán en algo en mí, en mi forma de ser y de vivir? ¿Será tan sólo uno de esos períodos que pasan por la vida de alguien sin representar una importancia notoria?
Podría ser, pero si fuera así entonces no estaría escribiendo sobre esto. Las experiencias nos cambian cuando decidimos hacerlas relevantes en nuestra vida. Y al parecer estos diez días en cama son parte de cuatro años de enfermedad que me han hecho replantear y pensar mucho lo que quiero hacer con mi vida.