Monday, September 28, 2009

Una mujer admirable

Todavía me acuerdo muy bien de ella en la prepa. La palabra "misterio" la definía perfectamente (o, al menos así se lo parecía a esta romántica empedernida). Su piel blanca, su esbelta silueta y sus movimientos finos la hacían ver etérea, casi fantasmal. Pero, lo que más me gustaba de ella, era su abundante cabellera negra.

No hay duda de que era extraña. Su personalidad salía de lo común, pues era muy tranquila, callada y pensativa. A menudo decía ideas extrañas que se le ocurrían de repente o contaba historias fantásticas que imaginaba. Estas cualidades no eran precisamente muy apreciadas por las niñas de la escuela, por lo que no era una niña muy popular que digamos. De hecho, la molestaban mucho. Sin embargo, Tash y yo le teníamos mucho cariño.

Recuerdo que nos gustaba irnos a las tres a sentarnos al final del "bosque" (un pequeño pedazo de tierra con árboles y hierbas medio descuidadas que había en el Yaocalli) y, protegidas por la privacidad que nos brindaba la maleza, nos poníamos a debrayar. Hablábamos de la vida, nuestros sueños y de toda clase de cosas que se nos ocurrían. Eran tiempos de pasión y ambiciones a futuro.

Me acuerdo de que ella nos decía que quería ser modelo. A mí me parecía un sueño hermoso, pero tan lejano como cualquiera de los que nos planteábamos a menudo. Hubo un par de niñas crueles que se burlaron de ella por eso. No la consideraban lo suficientemente bonita ni elegante. Una modelo tenía que ser hermosa y perfecta.









Me pregunto qué pensarían si la vieran ahora. No es perfecta, pero es una mujer con un alma bellícima, y eso se refleja en su cuerpo, su mirada, sus gestos... Es simplemente hermosa (y eso que no han visto sus fotos de pasarela...).

Me encanta su trabajo y su cabello sigue pareciéndome una hermosa cascada azabache. Pero, sobre todo, me fascina su sencillez, su pureza de sentimientos y las ganas que tiene de salir adelante y crecer. Es una de las mejores personas que conozco, y me enorgullece ser su amiga.

Gracias, Gladys.

Monday, September 21, 2009

Sobre el sentido del dolor


28 de Marzo de 1941

Querido,


Estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto te quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tu. No queda nada en mí salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.

28 de Marzo de 1941


Querida,

No puedes imaginarte lo mucho que me ha gustado tu carta, pero siento que he ido demasiado lejos en esta ocasión para que pueda volver. Es lo mismo que la primera vez: todo el tiempo oigo voces, y sé que no puedo superar esto ahora. Todo cuanto quiero decir es que Leonard ha sido sorprendentemente bueno cada día, siempre; no puedo pensar que alguien hubiera podido hacer más de lo que ha hecho por mí.
Hemos sido perfectamente felices hasta las últimas semanas, cuando este horror empezó. ¿Harás que esté seguro de esto? Siento que le queda mucho por hacer y que seguirá adelante, mejor sin mí, y que tú le ayudarás. Apenas si puedo pensar con claridad ya. Si pudiera te diría cuánto habéis significado tú y los niños para mí. Creo que lo sabes.

He luchado contra esto, pero ya no puedo más.


Virginia



Son las dos cartas que Virginia Woolf escribió antes de ahogarse voluntariamente en el río Ouse. La primera era para su esposo Leonard, la segunda para su hermana Vanessa.

Llevo varios días pensando en Virginia. A diferencia de muchos, no creo que haya sido una mujer deprimente y negativa. Sencillamente pienso que era una persona enormemente apasionada y sensible que sufrió la desgracia de un maltrato sexual (fue violada por su primo o hermanastro, no recuerdo bien) y una frágil salud que la atormentó durante toda su vida. Creo que ella intentó ser feliz, y lo logró. Quizás sus escritos no sean los más alegres de la literatura, pero sé muy bien que las letras no siempre definen del todo al espíritu que las crea.

He pensado en ella porque he pensado en mí también. Mi enfermedad me hizo identificarme con ella en un pequeño aspecto. Entiendo perfectamente lo que se siente no soportarse a uno mismo. Sé lo que es querer pensar, pero sentirse demasiado débil. Sé lo que es querer vivir, disfrutar, producir... y darte cuenta de que tu cuerpo no te lo permite. Ayer, mientras me retorcía de dolor en mi cama y lloraba de desesperación por el mareo que duró horas eternas, llegué a pensar: "ahora entiendo, Virginia, por qué te suicidaste".

Lo pensé, es verdad. Sin embargo, creo que jamás cederé ante la desesperación. No me lo permitiré, aunque sienta que el dolor es insoportable. Prefiero llorar, sufrir y rezar. Si Dios permite este mal, debe ser por algo. Espero que saque un gran bien de esto, pues sólo así valdría la pena; sólo así tendría sentido.

Sunday, September 20, 2009

La nariz roja no me sienta bien

Tos, fiebre, dolor de garganta, cansancio extremo... podría ser influenza, o un cuadro viral cualquiera. Sea como sea, sigo en observación. Maldita sea.

Ya he perdido todo mi fin de semana en gastar cajas de kleenex y, al parecer, tendré que faltar dos días a clases. Como si no tuviera mucho que hacer.

Hace rato decidí que iba a hacer todos mis trabajos y tareas a computadora y que los iba a entregar por mail. Una gran idea, pero me vi optimista. A duras penas puedo mantenerme en pie y escribir estas breves líneas ya me es agotador. Definitivamente mi cerebro no está como para pensar en filosofía en este momento.

Dormir... quizá. No quiero, ya me harté de mi cama. No tengo mucho que hacer. Voy a ponerme a tejer, caray. Al menos así me distraeré un poco.

Nimodo, así es la vida. Seguiré tomando líquidos y vitamina C.