Wednesday, February 04, 2009

"Mocha" y "Cursi"

Si pudiera viajar en el tiempo y encontrarme conmigo misma en el pasado, cuando tenía unos dieciséis o diecisiete años, mi versión más joven se habría sorprendido bastante al conocerme. Supongo que no le encantaría del todo, pues ahora represento todo lo que despreciaba profundamente en esos tiempos. Tal vez habría tachado mi actitud actual como lo que yo denominaba “mochería cursi”.

En estos dos últimos años cambié radicalmente. Lo primero fue darme cuenta de que ya no estaba enojada con el mundo. De algún modo, había conseguido un poco de paz conmigo misma y con el ambiente yaocalliano que me rodeaba. Ya no odiaba mi medio social y, aunque no me consideraba parte de él, incluso llegué a sentir cierta comodidad. Descuidé mis defensas y mi coraza impenetrable se debilitó un poco. Fue entonces cuando recordé cómo llorar.

Al principio fueron unas cuantas lagrimitas. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera deshacer el nudo en la garganta y llorar desde el pecho, pero cuando lo logré ya no pude parar. Lloraba por todo, pues mi espíritu estaba demasiado sensible y expuesto por primera vez en mucho tiempo. Mi familia y amigos estaban sorprendidos y algo fastidiados, pues parecía que estaba viviendo una especie de adolescencia tardía. Poco a poco fui recuperando el control de mis emociones y fui capaz de encararme con mis sentimientos. Ya no lloro por cualquier cosa, pero ahora puedo desahogarme cuando lo necesito.

El siguiente gran cambio fue la aceptación abierta de las manifestaciones de cariño. Siempre supe que la naturaleza humana está inclinada al amor, pero me incomodaba escucharlo en voz alta. Por eso descubrí con sorpresa que ahora me daban ganas de tener gestos cariñosos con las personas que me rodeaban. Recuerdo que un día me senté a ver la tele con mi hermano y, distraídamente, le acaricié la cabeza. Edgar me volteó a ver como si me hubiera vuelto loca y me dijo: “¿Qué quieres?, ¿me vas a pedir algo?”.

Suavicé mucho mi trato, dejé de usar el sarcasmo de una forma afilada y descubrí que muchas de las personas que alguna vez desprecié por no compartir mi capacidad intelectual, en realidad podían aportarme cosas muy valiosas. Me di cuenta de que todavía tenía mucho que aprender y que mi inteligencia era tan sólo un medio de conocimiento y no un distintivo de superioridad.

Entonces me permití amar y creer. Me abrí al mundo y me di el lujo de sentirme contenta y feliz.

Un día me levanté y me di cuenta de que creía en el pecado. Eso me llevó a interesarme por la religión católica y empecé a estudiar teología. Mi concepción pagana y mágica de la espiritualidad fue desapareciendo y comencé a usar palabras como "perdón", "gracia" y "providencia". Entendí a profundidad la diferencia entre religiosidad y fanatismo. Descubrí, maravillada, que la fe no consiste en renunciar al intelecto, sino que más bien es otra forma de racionalidad. Me atreví a hablar con sacerdotes y me llevé gratas sorpresas al descubrir que no todos eran unos obtusos dictadores de reglas y normas, sino que la gran mayoría tenían inquietudes intelectuales parecidas a las mías. Entendí que Dios es persona, y yo también.

Ahora sé que para ser feliz tan sólo tengo que aceptarme en mi radicalidad personal y actuar en consecuencia. Soy un ser creado para amar libremente. Estoy hecha para sentir paz. He despertado a la vida, y tengo mucho que hacer…

6 comments:

Larisa said...

yo solia preguntarme, que haria yo si me encontrara en el pasado? probablemente mi yo pasado me caeria un poco mal! ji ji ya que pues en ese entonces no era lo que soy ahora.
Pero en realidad, yo creo, que la gente no cambia, solo se desarrolla y se libera, sobretodo en un ambiente en el que todos la acepten tal y como es!

Emilia Kiehnle said...

Eso sí pasa. Muchas veces necesitamos que otros nos acepten para aprender a aceptarnos nosotros mismos. Sin embargo, yo creo que sí hay algo de cambio. Antes era Emilia, la misma de ahora, pero había cosas que no aceptaba y que no creía a profundidad. Me liberé en muchos aspectos, como tú bien dices, y eso me abrió al cambio.

Alberto Tensai said...

Breve Autobiografía del Sr. Hickman. Qué hermosa! :)

Blascone said...

Si mi "yo" de hace algunos años se encontrara conmigo misma ni siquiera lo notaría... pensaría que se está viendo en un espejo... Pero mi "yo" presente sí notaría una gran metamorfosis, aunque por ahora no profundizaré en eso -no es el lugar jaja.

Yo creo que la gente sí puede cambiar. Por algo tenemos razón, libertad, memoria -algunos más que otros-, sentido de responsabilidad, sentido común... Simplemente decide no hacerlo porque es muy cómodo. Cuando alguien toma la resolución de crecer y aprender, tiene que romper sus propios esquemas y muchas veces, someterse al sentimiento de que su propio mundo se viene abajo... Me da gusto que estés dejando caer "tu mundo" para entrar en uno nuevo... no sé si mejor o peor, pero del que seguro saldrás como una persona más completa.

Nos debemos una tarde de historias y metamorfosis.

Emilia Kiehnle said...

Claro que sí, Staurofila! Gracias por visitarme ;)

Nerea said...

No eres ni mocha ni cursi, simplemente has madurado, te has abierto al mundo y has decidido ver más allá de los prejuicios medio necios de la adolescencia (combinados con los factores propios de la vida de cada uno). Es bueno ver que has crecido y que eres capaz de notarlo y sobre todo expresarlo hermosamente. Gracias por compartirlo