Friday, February 20, 2009

Divagando con las ojeras puestas

Soy una de esas personas privilegiadas que "lo tienen todo". Nunca he pasado hambre, jamás se me ha negado nada y disfruto de una vida relativamente tranquila y sana. Sin embargo, independientemente de la esfera de bienestar que me rodea, la vida sigue siendo dura. Me cuesta trabajo, al igual que a todos, levantarme temprano todas las mañanas, hacer lo que tengo que hacer aunque esté cansada, aunque duela o moleste. Me cuesta encontrar el sentido de mi vida al día a día. Hay momentos en los que es más sencillo y puedo verlo todo con claridad. Pero hay semanas, como ésta, en la que la vida me pesa terriblemente.

Sé quién soy, sé qué quiero y qué me mueve. Pero también soy ser humano y tengo mis límites, tanto físicos, como mentales.

Hoy, viernes por la noche, es el único día en el que he podido sentarme tranquilamente a escribir un poco en mis blogs. Toda la semana la he pasado trabajando hasta tarde. Ni siquiera he tenido tiempo para estudiar, ya no digamos para tener vida social o momentos de ocio. El único día que salí fue ayer a la reunión de una prima por su cumpleaños y lo hice más por ella que por mí. Me la pasé bien, no lo niego, pero llevaba tantos días de desvelo y estrés que terminé a las doce de la noche en mi cama con una migraña insoportable. Ni siquiera pude estudiar para mi examen de historia.

Por favor, no me malinterpreten. Me gusta mi carrera, me fascina dar clases, me encanta compartir con otras personas, pensar, discutir y trabajar mi mente. Sé que esta semana me he enriquecido mucho, he conocido personas nuevas y aprendido muchas cosas. Sin embargo, me gustaría no sentirme tan cansada. Me gustaría poder llegar al viernes con energía para salir al cine con esa amiga que no veo hace mucho y con la cual he intentado hacer planes desde hace más de un mes. Me gustaría no sentir que me pesa el cuerpo como un pedazo de plomo y que mi alma a penas puede sostenerse más. Me gustaría que fueran más considerados en mi universidad y no se les hubiera ocurrido la brillante idea de obligarnos a trabajar a los becados. Me gustaría que no hubiera tanto tráfico, tanta contaminación y tanto ruido. Me gustaría poder dormir doce horas seguidas y despertarme fresca y tranquila.

Creo que tengo el malestar del citadino defeño, y eso es algo que desgraciadamente no se cura con puro tri-en-en.

Sé que todos nosotros lo tenemos y sé que eventualmente saldremos de este lugar con la esperanza de tener una mejor calidad de vida. Lo único que me entristece es saber que voy a extrañar a muchas personas, a mi familia, a mis amigos, las martineadas, los cafés, la vida que conozco, a ustedes... pero no debo permitir que nada de esto me detenga para seguir adelante, crecer y buscar lo mejor en la medida de mis posibilidades. Luis ya se nos fue, seguimos nosotros.

Salgamos adelante, todos. Tal vez, en unos cuantos años, podamos reunirnos a contarnos nuestras aventuras. Tal vez de verdad exista una vida en la que no me sienta tan cansada.

3 comments:

Nerea said...

Entiendo ese cansancio, como bien lo describes es típico de la vida citadina defeña. Sin embargo hay algo que te distingue del resto de los que padecen este mal colectiva y son esas ganas de salir adelante, dejar esta vida tan desgastante en pos de una mejor calidad de vida y en efecto poder disfrutar de momentos de verdadero descanso donde no sea el agotamiento extremo el que te mantenga aplastada contra la cama. Ya lo lograremos, y después esas martineadas serán internacionales, jajaja, para contar miles de aventuras y aprendizajes, experiencias enriquecedoras que seguirán forjando a los que somos, los que seremos y diremos como en el poema "nosotros, los de encontces, ya no somos los mismos"

Blascone said...

Sí, el trenecito no hace milagros. Creo que todos, de una u otra manera debemos encontrar la manera de relajarnos y sentirnos bien con nosotros mismos. Yo apenas descubro lo mía, pero búscala. De verdad, y sé que quizá soy la menos indicada para decir esto pero, cuando te fijas bien, la vida no es tan pesada después de todo.

¡Ánimo!

Alberto Tensai said...

Son esos malditos hombres grises... esta misma semana estaba pensando lo mismo que tú. Pero todo el sistema con el que se mueve esta Capital de la Desesperanza está planeado así: si escapas a vender tu tiempo a lo obligatorio (a lo que deja $$), es porque eres infinitamente rico o peligrosamente pobre.

Ánimo. Cierto que podemos aprender a disfrutar los poquitos momentos de paz que este estilo de vida nos permite, pero más cierto que lo óptimo es migrar a un lugar lejano a la influencia de este sistema de supervivencia en el que estamos envueltos.