Thursday, November 06, 2008

El chocolate sabe a placer incluso cuando es amargo

Por lo general, cuando veo cine francés, salvo muy contadas excepciones, me quedo con una sensación de vacuidad muy desagradable. Las únicas dos películas francesas que me transmitieron mucha pasión, alegría y vitalidad, fueron Amélie y Cyrano de Bergerac. Será que tengo poca cultura al respecto.

Hoy vi una película francesa llamada "Todas las mañanas del mundo". Me gustó. Tuve esa sensación de vacuidad y hubo imágenes que se me antojaron trágicamente grises, pero logró su cometido. Hoy estoy conmovida y llena de un profundo dolor; pero no de un dolor que lleva al llanto ni el que oprime el pecho, sino más bien es esa clase de dolor abstracto y casi etéreo que se queda flotando en el ambiente.

El dolor que me transmitió esta película es propio de la belleza cuando se viste de tristeza. Llena en lo estético y vacía en lo moral, pero al final completa en lo conceptual.

Corriendo el riesgo de que se pueda interpretar como una patología y teniendo la certeza de que se trata de otra clase de locura, puedo decir que hoy disfruté saborear ese sufrimiento. Hoy entendí y experimenté la delicia del dolor artístico.

5 comments:

pajaro de fuego said...

a mi el cine frances solo me gusto con amelié, despues vi otras mas peliculas fancesas y me dormi con las demas, son un poco lentas.Pero si me dices que estas es buena y me la recomiendas ya mismo la busco.
Biquiños

Alberto Tensai said...

Just like a cold, lonely martini or a gloomy old blues song.

Emilia Kiehnle said...

Pájaro de fuego, te la recomiendo mucho. Está muy buena, no es para dormirse.

Unknown said...

Hola,
Es verdad que la película deja un sabor de tristeza, pero no te dejó también certezas, ideas..? sobre todo, música.. yo nunca antes había vivido así la música.
Y ya en otro tema, sin segundas interpretaciones, el chocolate sabe a placer sobre todo cuando es amargo :)

Emilia Kiehnle said...

La música, sobre todo. Es preciosa. Me gustó mucho el diálogo final, cuando Sainte Colombe y Marin Marais hablan de lo que es la música.

Me deprime el presonaje de Madeleine. Creo que es demasiado débil e injusta. Puso el peso de absolutamente todo su sentido en una persona, pero, por más santo que hubiera sido, jamás habría sido suficiente. Un ser humano jamás podrá ser absoluto. Una persona puede señalar un sentido, pero no satisfacerlo completamente.

Lo mismo le pasa al serñor de Sainte Colombe: al morir su esposa pierde el sentido, pero él se refugia en la música. También se derrumba y deja de vivir, pero de un modo distinto.

Marin Marais se atreve a vivir, pero siempre con remordimientos de conciencia. Entiende la profundidad de su maestro hasta el final y rescata lo mejor de él, pero por otro lado, le cuesta trabajo reconocerse a sí mismo.

La verdad, podría hablar de esta película desde mil aspectos y con millones de ideas. Me encantó.

(Y el chocolate amargo es el que más me gusta, definitivamente).