Mi pluma interior está seca. No sabe qué escribir y se siente desesperada. La escritura es mi arte y, sin embargo, se me va de las manos y me deja sola, desnuda. Por eso estoy forzando a mi pobre pluma. La presiono y la torturo hasta poder arrancarle unas cuantas gotas de tinta.
Ella se queja y chilla, pero va cediendo poco a poco. Me da, de mala gana, unas pocas líneas. Luego intenta volver a ocultarse y abandonarme, pero no se lo permito. La retuerzo, la exprimo y la obligo a cooperar.
"¡Valiente escritora!", le espeto. "¡No puedes reclamar ese título si no explotas tu virtud!".
Así, pues, aquí estoy, intentando reclamar mi título por la fuerza. Pero, al parecer, hay cosas que no se pueden conseguir a punta de pistola. La inspiración es una de ellas.