Tuesday, May 22, 2018

Riega mis desiertos



Estoy mortalmente herida de sinsentido. Sólo es una herida, sé que no me va a poseer por completo. Le esperanza es demasiado fuerte en mí. Pero aún así es dolorosa. 

Cuando pienso que ya te lo di todo, me pides más. Cuando siento que ya no puedo aprender nada nuevo, vuelves a retarme. Cuando mi alma vuelve a adormecerse por la cotidianidad, permites que el dolor me estremezca y la despierte. 

Me pregunto, ¿habrá algún modo en este mundo de sentir tu presencia clara y fuerte sin necesidad del sufrimiento? ¿Es mi vocación la del dolor? ¿Son los momentos de alegría breves pausas de paz entre tormentas?

No quiero vivir atormentada, quiero ser feliz y brindar felicidad a otros. Siento el espíritu cansado, ya no puedo (no quiero) luchar más. Sé que contigo lo puedo todo. Sin ti, hace mucho que me habría dejado vencer. Sé que voy a poder con esto también. Sólo te pido, ayúdame a querer

Mi voluntad es mía y sólo mía. Es lo que más respetas de mí, y te lo agradezco. Pero, por favor, hoy te pido que la muevas hacia ti, porque estoy muy enojada. Me siento herida, traicionada. Entiendo, entiendo en verdad, pero no lo siento. Mi corazón se rebela por alguna razón desconocida para mi mente. Quizás sólo sea cansancio. Estoy cansada de ser dócil, de aceptar tus planes, de renunciar a mis deseos mundanos y pasajeros. Tengo ganas de ser como los demás, de poder ilusionarme, de ir a un centro comercial a escoger ropita linda, de discutir nombres, de ser el centro de atención y de alegría en un baby shower...

Tonterías, tal vez, pero son bonitas. ¿Habrá modo de compaginar ese tipo de cosas con las visitas al hospital, con los momentos de angustia, con la incansable oración, con la inevitable lástima de la gente? Debe poderse. 

Hace menos de una semana vi a una familia llena de tu gracia celebrar la muerte de su mamá. Era una familia que sufría, evidentemente. La misa fue solemne y fue un momento doloroso, pero no fue un momento triste ni gris. Hubo risa. Hubo música. Hubo recuerdo, cariño, incluso alegría. Me sorprendió mucho, no lo puedo negar. Sobre todo porque no fue chocante. No me molestó ni me hizo sentir incómoda. Al contrario, me sentí consolada, esperanzada. 

Quiero ser así. Quiero esa gracia, esa capacidad de vivir alegría dentro del dolor y de contagiarla a otros. Pero cuando examino mi alma me doy cuenta de lo lejos que estoy de llegar ahí. El dolor está mermando mi capacidad de amor y apertura. Por favor, ayúdame a usarlo como un arma a mi favor y no en mi contra. Ayúdame, porque sólo tú puedes hacerlo. Yo ya estoy muy débil. Te lo dejo a ti. 

Hoy te entrego esta herida, este enojo y estos sentimientos tan confusos. Haz lo que tengas que hacer con ellos. Haz en mí según tu voluntad. 

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