Monday, August 31, 2009

Debrayes matutinos

La filosofía me ha vuelto teóloga. La he estudiado con una curiosidad genuina en los problemas del mundo. Sin embargo, no me satisface. A ratos me cansa y hasta me aburre. Hay problemas que no me interesan mucho, y los que sí me interesan, no los puedo solucionar con la mera razón.

Para mí, la filosofía culmina con la teología. Cuando me di cuenta de que la fe supera los límites de la razón, pero sin prescindir de ella, me sentí liberada.

No espero que a los demás les pase igual que a mí. Me parece completamente legítimo apacionarse por la filosofía pura. Considero que también es válido encontrar una continuidad del intelecto en el estudio de Dios.

Antes no pensaba así. Desde chica (a los doce o trece años) me interesé por conocer a Dios. Estudié varias religiones y creencias. Hasta leí el Corán (claro, no le entendí nada), pero no lograba hacer la conciliación entre fe y razón. Para mí las creencias religiosas eran absolutamente irracionales. Buscaba a Dios todo el tiempo, pero no estaba dispuesta renunciar a mi inteligencia. Quería creer, pero mi racionalidad no me permitía profundizar en ninguna religión, o al menos eso pensaba. Siempre que buscaba, se me atravezaba la cochina fe en el camino.

Después de varios años en esta tensión, llegué a la conclusión de que toda creencia basada en la fe era igual a fanatismo. Desprecié a los creyentes por borregos o por hipócritas, pues nadie que realmente piense por sí mismo podía creer tanta irracionalidad.

Así pasa con la adolescencia: uno radicaliza todo y hace un montón de reduccionismos. Poco a poco fui creciendo y me di cuenta de que el mundo es mucho más complejo. Aprendí que no todo es negro o blanco, sino que hay una enorme gama de colores y tonalidades.

Ahora no me cuesta trabajo entender que no todo tiene que ser puramente racional. Los seres humanos no somos tan simples. No sólo somos inteligentes, también tenemos inquietudes espirituales, sentimientos y deseos de trascendencia. Y, curiosamente, todas estas facetas son compatibles.

Para ser teóloga no tengo que dejar de ser filósofa. Hablar de Dios no me hace menos racional, al contrario. Aceptarme en mi complejidad me libera, me hace sentir completa.

Wednesday, August 19, 2009

Madre en el Espíritu Santo


Es un compromiso enorme, un lazo tan fuerte como la sangre, un honor y una bella oportunidad. Es una muestra de amistad y confianza, de cariño y entrega.

He sido bendecida con la gracia de entrar en una familia y amar a un niño con una sensibilidad y un entendimiento impresionante de la espiritualidad. Quiero merecerlo. Prometo que lo haré.

Muchas gracias.

Monday, August 10, 2009

Hate being normal

Si al menos hubiera sido por algo importante... pero no. Soy un simple mortal, como todos los demás. Mis problemas no tienen una causa sobrenatural. En realidad, son tan comunes y corrientes que a veces pareciera que no vale la pena mencionarlos. Yo también soy una de las múltiples víctimas del estrés, del agobio y el cansancio. Me pongo grumpy cuando tengo hambre o sueño y a veces me asaltan la inseguridad y el miedo.

El mayor de mis problemas es que todavía no me acostumbro a ser humana. Tengo ese terrible complejo de súper niña que en varias ocasiones me impide ver no hace falta un cataclismo para desbalancearme o confundirme. La molestia de tener que ir mañana a la promoción del curso que voy a dar en la Anáhuac y lidiar con la presión de juntar a 10 personas que se interesen en estudiar teología, es una razón suficiente y legítima para tenerme nerviosa y medio malhumorada.

Quise pensar que era otra cosa. Algo tan nimio y tonto no podía afectarme tanto. El problema es que de hecho lo hizo.

Me choca ser normal. Pero nimodo, así es esto. Es mejor reconocer las causas de las molestias a tiempo, porque si no, uno las deja crecer y al final explotan (y por eso luego uno se cree demasiado importante).

Thursday, August 06, 2009

Reflexiones de carretera


Se llama Mario, pero Tash y yo le decíamos Marius (por romántico) o simplemente "El loco" (porque así era su apodo). Atravezó brevemente nuestras vidas y la llenó de poesía, pasión desbordada, misterio y un cierto toque de amargura. Nos hacía reír con sus ocurrencias, nos cautivaba con su voz envolvente al leer fragmentos de Les Misèrables y en ocasiones era meláncolico y francamente pesado. Todo un personaje.

El problema de Mario es que nunca pudimos conocerlo realmente. El Mario real estaba escondido detrás de una camiseta negra con la máscara del Fantasma de la Ópera y una mirada azulada y escurridiza que no terminaba de decir lo que había en sus profundidades.

Mario vivía enamorado del amor. Y, evidentemente, sufría muchas desilusiones constantes.

Recuerdo una discusión que tuvieron él y Tash cuando estábamos leyendo unos fragmentos de Romeo y Julieta. Ella decía que el supuesto amor de esta joven pareja no podría ser verdadero y profundo. Era un enamoramiento apasionado y vertiginoso, exacervado por el odio de las dos familias y la emoción de verse a escondidas. Marius, por otra parte, defendía con vehemencia que no había amor más puro y real que el de dos jóvenes apasionados e inocentes.

¿Por qué les cuento todo esto? Pues bien, hace poco recordé este episodio de mi vida y me di cuenta de que ya tengo una respuesta para esto. En aquél entonces, racionalmente apoyaba lo que decía Tash, pero por otro lado, mi espíritu se inclinaba por el fogoso discurso del Loco. Sin saberlo concientemente, pasé mucho tiempo buscando esa pasión desbordada que no me permitiera respirar y me acelerara el corazón. Creí haberla encontrado en un par de ocasiones, pero duraba muy poco y al final me dejaba vacía y exhausta.

Con el tiempo decidí hacerle caso a mi cerebro y busqué relaciones "inteligentes" y estimulantes a nivel intelectual. Fue interesante por un tiempo, pero obviamente terminé hartándome. En el fondo seguía deseando que las ilusiones de nuestro soñador amigo se hicieran realidad algún día.

Hace poco, me acordé de la discusión de Tash y Marius. Y entonces también saltaron a mi mente las palabras que un buen amigo me escribió un día en una carta: "No confundas el amor con la mera atracción física o intelectual".

El amor no es seco y frío como una ciencia exacta, pero tampoco es un fuego desbordado que lo consume todo. Creo que el amor, más que en pasión, consiste en paz. El amor nos da felicidad y tranquilidad. El torbellino de emociones que describía el buen amigo Marius es más bien, en mi opinión, una confusión bestial. El que ama verdaderamente está en paz consigo mismo y con las personas que quiere.

Creo que, después de todo, Romeo y Julieta seguían siendo un par de adolescentes.