Friday, November 13, 2009

Cuando Tolkien habla de Dios

La primera vez que leí El señor de los anillos, la parte que más disfruté fue la que acontece en las casas de curación. Tristemente, en las películas a penas y le dedicaron un breve instante (y tan sólo en las versiones extendidas, porque en el cine se la saltaron olímpicamente). Sin embargo, en el libro está narrada de una manera preciosa, valdría la pena que lo leyeran (o que lo repasaran, los que ya lo leyeron).

Me gusta mucho porque el regreso del rey no es un momento de gloria y resplandor deslumbrante, sino un momento de oscuridad atravezado por un humilde rayito de luz. Aragorn siempre temió caer ante la tentación de la soberbia y la sed de poder, pero cuando llega su momento, deja el miedo atrás. Es un instante hermoso, pues él se hace el rey legítimo no porque sea grande, famoso, temido o reconocido, sino porque cura. Los hombres lo reconocen como su rey porque cumple con la profesía, porque él tiene "las manos que sanan" las heridas del cuerpo y del espíritu.

Es bellísima la escena en la que sana a Faramir y éste despierta, cual Lázaro, y le dice: "Me has llamado, mi Señor, He venido. ¿Qué ordena mi rey?". Es el primero en reconocerlo y el primero en recibir un mandato: "No sigas caminando en las sombras. ¡Despierta!"

Entonces llega con Éowyn, y logra sanar su cuerpo y despertarla "del valle de las sombras", pero Aragorn se preocupa, pues sabe que él no puede sanarla de su desesperanza. Éowyn desea morir, y él no conoce la cura para eso. Éowyn tarda mucho en curarse. Sólo hasta que se da cuenta de su pequeñez (y, por lo tanto, de su grandeza), es que vuelve a abrirse al mundo.

La Dama Blanca soñaba con un abismo negro frente a ella y no podía voltear hacia atrás. Sentía que lo único que le quedaba era abandonase a la oscuridad. Sin embargo, se encuentra con Faramir y ese pequeño rayo de luz la ilumina. Ella decide romper su orgullo, renuncia a sus aspiraciones de princesa guerrera y le dice a Faramir: "Ya no deso ser una reina".

En el momento en el que abraza la paz, Éowyn se libera y puede amar a Faramir y comienza a preocuparse por su gente. Me encanta, pues descubre que la verdadera libertad no está en la independencia y la rebeldía, sino en la entrega a los demás. La valentía de una auténtica dama guerrera no consiste en arrojarse a la muerte, sino en arriesgarse a vivir.

2 comments:

Alberto Tensai said...

Es en verdad un momento precioso de la historia. Uno de tantos =)

Es lamentable que lo hayan extirpado de ls película, pero afortunadamente para eso está el libro jeje.

Y no comentaré del contexto en sí por respeto a quienes aún deben leerlo jeje.

Nerea said...

¿Por qué me sentí aludida?

En realidad yo no habia comentado porque no he leído los libros de Tolkien, más allá del Hobbit, so no puedo opinar... :P