Paulino es una de esas personas que saben amar. Es un hombre sesenta y siete años con una mirada profunda, cabello gris y una sonrisa alegre y jovial. Paulino fue el mentor de mi padre y, cuando murió, fue él el que protegió a mi familia. Mis hermanos y yo lo queremos tanto que le decimos "abuelo".
Hace algunos años, mi abuelo me escribió una carta en donde me hablaba del amor. Me gustó mucho cuando la leí y me enterneció profundamente. Sin embargo, aunque desde un inicio reconocí la belleza de sus palabras, nunca me habían hecho tanto sentido como ahora. Quisiera, pues, compartir un pequeño fragmento con ustedes.“Primeramente, querida niña, debo decir a usted que la esencia de la vida, de la justicia, de la religión, de la felicidad y aún de la esperanza es, sin duda, el amor. Bella niña, quien es bendecida por el amor y sus felices consecuencias, debe considerarse como un ser particularmente favorecido, porque quien experimenta el amor, tiene el alma fértil a la bondad y a la felicidad. Sepa que un corazón limpio vale más que los honores y las riquezas. Quien ama, es perdonado. Quien ama descubre en sí una capacidad única de vivir felizmente. ¡Consérvela! ¡Enriquézcala!
Sin embargo, piense que quien es objeto de su amor podría no corresponder a ese sentimiento necesariamente. Pero no se aflija usted: el amor vale por sí mismo. La llenará de alegría, le permitirá respirar mejor, su tez será más luminosa, los días serán más hermosos y todos parecerán más buenos. Ame, ame usted. Nunca se arrepentirá."