Tuesday, October 06, 2009

Confesión de libertad

Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

(...) Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

- Santa Teresa de Jesús


Me falta humildad, me falta fe. ¿Quién soy yo para sentirme importante, para pensar que mi dolor es especial y que me hace diferente? ¿Por qué creí tener la facultad para juzgarme, para ser tan dura conmigo misma, para pedirme perfección? ¿Cuándo me dejé morder por la serpiente y me permití ver a los demás con ojos críticos y sedientos de fría y cruel legalidad?

Tan sólo soy yo, con mi complejidad, llena de carencias y remiendos de virtudes. Soy tan pequeña, tan contingente... ¿cómo es que esperé tanto de un ser tan frágil?

Abandoné la gracia buscando ser modelo de santidad. Soberbia... maldito demonio que me sigue y que, a penas bajo la guardia, me carcome el alma.

He recibido una lección. He aprendido a abandonarme en los brazos de Dios. Yo no puedo sola, nadie puede. Duele reconocerlo, el orgullo quema, el demonio se retuerce... pero el espíritu descansa.

Dios no respondía ante mi desesperación, pero lo ha hecho ante mi fe, y se lo agradezco.