Monday, August 25, 2008

Por fin: Una vida en un trayecto (parte final)





Las manos de Virginia ya no eran lo que solían ser. Estaban arrugadas, manchadas y surcadas por la edad. Ya no tocaban el piano, pues tenían las articulaciones adoloridas y sus dedos ya no eran tan ágiles como antes. A pesar de todo, a Sofi le gustaban. Le parecían suavecitas y agradables cuando le acariciaban las mejillas o le hacían cariños en la cabeza.

Sofi era una niña muy bonita. Tenía el cabello rubio, como su mamá, y una boquita roja que siempre dejaba ver una sonrisa perlada. Lo que más le gustaba a Virginia de ella eran sus ojos, cristalinos y profundos, como los de su abuelo. Aunque tan sólo contaba con cuatro años, la pequeña tenía una mirada penetrante, la cual contrastaba con su aire de inocencia infantil.

Ese día se había quedado en la casa de su abuela y, mientras sus papás hacían cosas “de grandes”, ella se dedicaba a vestir a su muñeca mientras le contaba sus aventuras con el conejo que vivía en el jardín. Virginia la escuchaba desde su sillón preferido y se preguntaba a qué conejo se estaría refiriendo su nieta. Seguramente era producto de su fantasiosa imaginación, de la cual los niños siempre hablan con suma seriedad. Virginia sonrió para sus adentros y siguió leyendo el libro que tenía en su regazo. Tal vez sus manos se habían vuelto torpes, pero aún gozaba de una vista envidiable.

Afuera el cielo comenzaba a nublarse y el mar se veía agitado. Las macetas con las flores rojas seguían en su mismo lugar y ahora los pétalos se agitaban y se desprendían por el viento. A Sofi le daban miedo las tormentas y miró a su abuela, consternada. Virginia bajó su libro y vio a la asustada pequeña.

-¿Por qué no me cantas una canción? –le propuso a su nieta.

Sofi sonrió y comenzó a entonar una de las canciones de cuna que le había enseñado su madre. Tenía una voz suave, bonita y dulce y Virginia no pudo evitar sentir una gran nostalgia. Escuchando a su nieta regresaron todos los recuerdos a su mente: la casa de su infancia, su piano de cola, el vals… Había pasado tanto tiempo desde ese entonces que ya no estaba segura si en realidad había sucedido o tan sólo se lo había imaginado. Sofi terminó su canción y empezó otra sin que Virginia se lo pidiera. En esta ocasión acompañó su vocesita con aplausos y un baile improvisado. Mientras daba vueltas por la sala Virginia la veía y pensaba en su esposo y en su hijo cuando pequeño. Realmente había tenido una vida feliz, no se podía quejar.

Sofi seguía dando vueltas con los brazos extendidos, como si la acompañara un amigo invisible en su danza infantil. Entonces Virginia vio en los ojos de la pequeña y lo reconoció. Fue tan sólo por un brevísimo instante, pero estaba segura de haberlo visto: un muchacho de cabello despeinado, sombrero de copa y gabardina. Súbitamente Virginia sintió mucha alegría y comenzó a reír. Rió hasta no poder más, mientras su nieta seguía dando vueltas por la estancia.

Ella ya no podía verlo, pero no le importaba. Ahora era el turno de Sofi de bailar. 

Breve apología

No he publicado en un buen rato. Mi computadora murió dramáticamente en vacaciones y los únicos momentos en los que he tenido acceso a una computadora ha sido exclusivamente para hacer tareas. 

Ya estoy, sin embargo, de regreso. Si me vuelvo a tardar mucho en publicar, ténganme paciencia. ¡No dejen de visitar mi blog, por favor!