¿Saben cómo se siente el vacío? Seguramente alguna vez les ha pasado.
No es metáfora. No pienso decir nada profundo ni poético. Es la vil y contingente realidad: literalmente siento un hoyo en mi estómago. No es propiamente hambre, porque no siento ese movimiento revoltoso que gruñe, quejándose por la falta de alimento. Sé que podría calmarlo con comida, pero no tengo antojo de nada. De hecho, siento un poquito de asco cuando pienso en comer.
Siento vacío. Es la única forma que tengo para describirlo. Es como un hueco enorme que va desde mi garganta hasta mi abdomen. Sé que está ahí porque lo siento. ¿Cómo se siente un vacío, algo que no es? Ni idea, pero así pasa.
Lo que me consuela es que en algún momento este vacío horrible se hará consciente de sí mismo y se transformará en hambre. Va a ser desagradable, porque va a empezar a molestar. El inexistente vacío se va a retorcer y a doblarse sobre sí mismo, tratando de destruir algo que de hecho nunca hubo. Voy a sentir un poco de desesperación y ansiedad. Mi mente se va a nublar y sólo voy a poder pensar en la hora del descanso para correr a la cafetería a comer algo y calmar el sufrimiento. Pero será mejor sufrir, pues al menos habrá algo. El dolor molesta, pero se puede calmar. El vacío, en cambio, es un enemigo invisible. Es nada.
Pronto tendré un enemigo con el cual luchar, pero en este instante estoy inmóvil. Enfrentarse al vacío es perderse un poco en la inexistencia.
No es metáfora. No pienso decir nada profundo ni poético. Es la vil y contingente realidad: literalmente siento un hoyo en mi estómago. No es propiamente hambre, porque no siento ese movimiento revoltoso que gruñe, quejándose por la falta de alimento. Sé que podría calmarlo con comida, pero no tengo antojo de nada. De hecho, siento un poquito de asco cuando pienso en comer.
Siento vacío. Es la única forma que tengo para describirlo. Es como un hueco enorme que va desde mi garganta hasta mi abdomen. Sé que está ahí porque lo siento. ¿Cómo se siente un vacío, algo que no es? Ni idea, pero así pasa.
Lo que me consuela es que en algún momento este vacío horrible se hará consciente de sí mismo y se transformará en hambre. Va a ser desagradable, porque va a empezar a molestar. El inexistente vacío se va a retorcer y a doblarse sobre sí mismo, tratando de destruir algo que de hecho nunca hubo. Voy a sentir un poco de desesperación y ansiedad. Mi mente se va a nublar y sólo voy a poder pensar en la hora del descanso para correr a la cafetería a comer algo y calmar el sufrimiento. Pero será mejor sufrir, pues al menos habrá algo. El dolor molesta, pero se puede calmar. El vacío, en cambio, es un enemigo invisible. Es nada.
Pronto tendré un enemigo con el cual luchar, pero en este instante estoy inmóvil. Enfrentarse al vacío es perderse un poco en la inexistencia.