Friday, April 22, 2011

Sobre el sufrimiento


"No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos."
Clive Staples Lewis


Cuando no era católica criticaba mucho la noción cristiana del sufrimiento, porque no la entendía. Hoy esa misma crítica ciega me llega desde muchos lados y, aunque la comprendo porque yo también la viví, cada vez me parece más lejana.

La diferencia es sutil y a la vez profunda. Los católicos no queremos sufrir ni lo buscamos. Sencillamente lo aceptamos y le damos un sentido. Es inevitable sufrir; es imposible no hacerlo, porque no es algo que dependa de nosotros (a menos de que nos aisláramos completamente del mundo, de todo deseo y de toda persona). Por eso, nuestra salida es enfrentarlo. No nos cerramos a él, sino que lo sentimos para superarlo, pues sabemos que hay algo más por lo que vale la pena sufrir: el amor.

El amor implica sufrimiento, porque para amar y ser amado es necesario estar abiertos, y al abrirnos nos exponemos a ser lastimados, a sufrir. Sin embargo, el sufrimiento se vuelve irrelevante cuando se ama verdaderamente. Se siente, pero deja de doler tanto, porque uno no se queda en él; lo trasciende.

Es paradójico, pero entre más se huye del dolor, más se siente. Cuando estamos concentrados en evadirnos para no sufrir, es cuando más solos nos quedamos en el fondo.

El sufrimeinto es inevitable, pero podemos hacerlo pasajero, siempre y cuando no nos quedemos atrapados en él.