Tuesday, March 29, 2011

Cuando el tiempo va más lento


Me siento extrañamente aletargada, pues aunque mi mente inquieta no deja de pensar cosas, en la vida real los minutos pasan y el reloj no me dice gran cosa. Si el tiempo es la medida del movimiento, entonces mi tiempo va más lento. A veces tanto que se vuelve irrelevante. Paty llega con la bandeja de la comida o del desayuno, mi mamá con las inyecciones diarias, la noche con su paz y fresca calma... Esos son mis indicadores. Mido mi vida a través de los momentos en los que interrumpo mi trabajo o mi soledad para comer o para ser atendida por alguien.

Extrañamente, ya me estoy acostumbrando a esto. Me pregunto si mi vida regresará a como era antes en cuanto el doctor me dé de alta. ¿Estos días de resignamiento a la inmovilidad no repercutirán en algo en mí, en mi forma de ser y de vivir? ¿Será tan sólo uno de esos períodos que pasan por la vida de alguien sin representar una importancia notoria?

Podría ser, pero si fuera así entonces no estaría escribiendo sobre esto. Las experiencias nos cambian cuando decidimos hacerlas relevantes en nuestra vida. Y al parecer estos diez días en cama son parte de cuatro años de enfermedad que me han hecho replantear y pensar mucho lo que quiero hacer con mi vida.

Wednesday, March 23, 2011

Mientras pueda seguir volando


He pasado días intentando hacer las cuentas, pero ya no puedo recordar desde hace cuánto tiempo no encuentro palabras para dirigirme a ti. Es como si hubiera una pared invisible que distorsionara el mensaje que quiero dar. O tal vez nunca sale bien de origen, en realidad.

Me pregunto, ¿te pasará a ti lo mismo? ¿Tú también ves en mis ojos esa lejanía, esa incomprensión? ¿También te carcomen la desesperación y la duda de si será que tú ya no sabes hablar, o yo ya no sé entender?

Al menos eso me consolaría, porque significaría que aún tenemos algo en común.

Construcciones de papel


Al amor que trazamos con cuidadosas pinceladas durante años de pasión, sueños e inocencia, lo mataron con palabras. Fue demasiado fácil, pues peores que las balas son los juicios.

La punta de la pluma que razgó el papel, también atravezó el pequeño corazón del pájaro. Hoy, ese órgano diminuto que sabía latir hasta veinte veces por segundo, chorrea de tinta negra. Es una tinta amarga y oscura como noche sin luna; oscura como la decepción y el olvido.

Y, a pesar de todo, el adolorido pajarito sigue intentando volar.

¿Será necedad? ¿Será masoquismo?

Tal vez es sólo consciencia de la propia naturaleza. Tal vez el pájaro sabe que el dolor es parte del amor de este mundo, pero que no lo es todo. Y que, al final del negro túnel, simpre hay luz.

Tuesday, March 22, 2011

Humanidad



Acostada en mi cama alcanzo a ver las jacarandas desde mi ventana. Llamativos manchones de lila que poblan el paisaje y que anuncian con su presencia la llegada de la primavera. Me alegran un poco la vista, pero también me amargan el ánimo. El sol las alumbra, coquetas y vanidosas, rodeadas de pájaros que trinan como cualquier otro día... y siento tentación de envidiarlas. Podría envidiar su color brillante y llamativo y su aparente calma, meciendo sus hojas plácidamente al suave viento. Envidiarlas porque no sufren estando ahí, plantadas en el mismo suelo de siempre, porque por su misma naturaleza saben estarse quietas, porque no desean otra cosa que el sol y el agua de la tierra.

No llevo más de cinco horas acostada y ya me carcome la desesperación. Recuerdo haber sido floja alguna vez. Sé que en algún otro momento de mi vida esta situación se me antojaría incluso amable. Pero no hoy. Hoy me siento confinada a un reposo involuntario, a una inutilidad que me hace sentir vulnerable.

Tranquilidad que abruma y enloquece. Miembros adoloridos y adormecidos por el reposo, anclas terribles de una mente inquieta y de un espíritu que siente que le cortaron las alas.

Confío en que no durará, y esto me consuela. Por eso dejo de envidiar a las jacarandas y sonrío con desdén ante su despliegue de belleza, porque aunque guapas, quietecitas y sin deseos insatisfechos, no son capaces de la esperanza.

Thursday, March 17, 2011

Cuando la materia y el espíritu se encuentran



Me siento extrañamente etérea, tibia, pensativa, lejana...

No sabría decir si es un estado de placidez, sopor, comodidad o mera indiferencia.

No... no puede ser indiferencia, pues me gusta estar aquí, envuelta en esta efímera tranquilidad.

Es un estado de ánimo que podría describir como "suavidad de espíritu", como si al alma se le pudiera acariciar como a un gatito acurrucado en el regazo.