Thursday, January 27, 2011

Saturday, January 01, 2011

Más allá de Terramar

Es difícil regresar a la realidad después de tantos días de evadirla. Y de qué manera, tan dulce, tan entregada, tan real...

Aún no puedo evitar el ensueño, la vista perdida, el silencio exterior lleno de ideas interiores. Y me pregunto, ¿cuál es la realidad real? ¿Cuál es la que quiero vivir? Quiero sentir esta pasión, este deseo, esta hambre de vida y estas ganas de crear sin límites... pero en el mundo de carne y hueso, el mundo en el que realmente puedo hacer las cosas, el mundo de Dios y de los hombres. El mundo en el que estás tú, en el que a veces me consumo y que a veces no me satisface.

¿Por qué es tan difícil tener ambas cosas? ¿Por qué disfrazo mi realidad con fantasías irrealizables o con altas dosis de realismo insatisfactorio?

Quiero a los magos, a los dragones, a la magia... Quiero ese sentimiento de olvido de mí misma y del mundo que me rodea cada vez que escucho música, que leo un libro, que escribo un cuento. Cada vez que miro al cielo. Lo quiero en mi vida real, no en los sueños. Quiero esa sensación de apartamiento, de que veo todo el mundo desde arriba, desde un escalón de confianza, seguridad y certeza. Pero la vida real no es así, al menos no del todo.

Pienso que es como los dos lados de un péndulo, y yo he vivido en ambos extremos. Pero también recuerdo vagamente haber vivido en el centro. Recuerdo haberme enamorado de mi vida. Me maravillaba todo lo real, lo tangible. Me enamoré de ti, de Dios y de mis propias experiencias. Vivía, ya no soñaba, con certeza y seguridad. Y nunca sentía miedo, salvo cuando pensaba en la muerte.

Hoy pienso demasiado en la muerte y me evado con una realidad que no me alimenta, sino que me consume. Antes buscaba la soledad de mis pensamientos y de mi imaginación, pero hoy le huyo al silencio, hoy deseo el barullo de la gente a mi alrededor. Y este “hoy” comienza a ser pasado.

En este preciso instante, mientras escribo con estas teclas, me siento libre de espíritu, me siento real y al mismo tiempo irreal. Siento que estoy llamada a algo más, pero acepto el lugar en el que me muevo, en el que veo mis manos de carne y hueso con una cierta extrañeza, como si no fueran mías, como si fuera un sueño, pero con la consciencia de que no es así.

Hoy, en este hoy verdaderamente presente, vuelvo a sentir esas mariposas en el estómago. ¿Estaré volviendo a la vida? Y todo se lo debo a unas deliciosas páginas que me recordaron que después de la oscuridad, siempre hay luz. Gracias, Javier.