Tuesday, December 28, 2010

Propósitos para el año viejo

Todavía me queda una semana antes del 2011, así es que me he propuesto una tarea indispensable para iniciar este año y, con perseverancia, seguirla durante todo el que sigue. Me refiero al cuidado de mi salud, para lo cual haré lo siguiente:

1. Tomarme con disciplina y sin falta mis miles de productos de GNLD
2. No perderme mis citas con la china
3. Hacer al menos una hora de ejercicio todos los días (menos los fines de semana)
4. Intentar no desvelarme más de lo extrictamente necesario
5. Desayunar
6. Tener al menos una actividad al día que no sea trabajo y que me distraiga y me relaje

Ustedes están de testigos ;)

So, let's beguin!

Friday, December 10, 2010

El arte de brindar sentido a un escrito con la última frase

-Me gustan mucho los niños -dijo la luna-. Sobre todo los pequeños; son muy graciosos. Cuando menos piensan en mí suelo asomarme entre las cortinas y el marco de una ventana para mirar su habitación. Es divertido ver cómo les ayudan a desvestirse. Primero salen del traje los hombritos, redondos y desnudos; luego, el brazo aparece poco a poco, o les veo quitarse las medias y aparecer una preciosa piernecita blanca y firme, hay que besar esos pies, y ylos beso -dijo la lua.

Esta noche, ¡te lo tengo que contar! Esta noche estuve mirando por una ventana que no tenía las cortinas corridas del todo, porque no hay vecinos en la casa de enfrente. Vi un tropel de pequeños, hermanos y hermanas. Había una niña de sólo cuatro años, aunque se sabe el padrenuestro tan bien como los demás, y la madre se sienta todas las noches al borde de su cama y la oye rezarlo, luego le da un beso, y la madre no se va hasta que la niña se queda dormida; todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. Esta noche los mayores estaban algo traviesos, uno saltaba a la pata coja vestido con su blanco camisón largo, el otro estaba de pie encima de una silla, rodeado por la ropa de todos los demás; decía que era un cuadro, y los demás tenían que adivinarlo. El tercero y el cuarto ponían ordenadamente los juguetes en el cajón, que es lo que se debe hacer. Pero la madre estaba en la cama del más pequeño y les dijo a todos que guardaran silencio y estuvieran calladitos, porque la pequeña estaba rezando el padrenuestro.

-Miré al otro lado de la lámpara -dijo la luna-. La niña de cuatro años estaba en su cama de blancas y finas sábanas y tenía las manitas juntas y en la carita una expresión muy solemne, estaba rezando el padrenuestro. "Pero, ¿qué dices -preguntó la madre, interrumpiéndola a la mitad de la oración-, después de "nuestro pan de cada día dánosle hoy"? Dices algo más, pero no consigo oírlo bien. ¿Qué es? Tienes que decírmelo". Y la niñita calló y miró cohibida a su madre. "¿Qué es eso que dices además de "nuestro pan de cada día dánosle hoy?"" "No te enfades, mamita -dijo la pequeña-. Pedí que tuviera también mucha mantequilla".


Hans Christian Andersen

Sunday, December 05, 2010

Caminos de papel




Sería bonito que hubiera un caminito trazado en la tierra, en el aire, en el mar... incluso en la propia piel. Un caminito reconocible por sus colores y su brillo, que pudiéramos encontrarlo siempre y no perdernos nunca...

Sería bonito, pero no es. Sólo hay lienzos en blanco y los caminitos los dibujamos con las tintas y colores que encontramos por la vida. No hay caminos inconclusos, todos llevan hacia alguna parte. Tampoco hay dos iguales. Y todos los que ya trazaron hermosos caminos llenos de curvas, montañas y profundidades, nos llaman a seguir el de ellos. Lo he intentado con un par, pero la verdad es que nunca podré llegar al final. Son caminos hechos para verse, para disfrutarse como una película o un libro en una lluviosa tarde de encierro. Incluso para pensarse y para tomar nuevos colores y texturas. Pero no para seguirse, porque los caminos se trazan. Siempre se trazan...

Wednesday, December 01, 2010

Vocación de amar



Había una vez, un pequeño director de orquesta. Y digo pequeño porque a penas tenía escasos cinco años, pero incluso a esa edad ya se tomaba su vida y sus decisiones con bastante seriedad. Le pedía a su papá que le prendiera el radio en la estación de música clásica y se ponía a escuchar atentamente. También le gustaba poner a sus juguetes en posición de orquesta: los soldaditos eran las cuerdas, los peluches los alientos y la enorme pelota tocaba las percusiones. Y cuando había piano o alguna voz humana, entonces tomaba una de las muñecas de su hermanita y la ponía como la estrella principal, en medio de todos los demás juguetes. Entonces el pequeño director alzaba las manos, cerraba los ojos y dirigía a su improvisada orquesta al ritmo de lo que fuera que tocaran en el radio. Sus bonitos rizos negros se movían con las melodías de Mozart, Bach, Beethoven, Mahler, Tchaikovsky...

Cuando cumplió ocho años, el pequeño director decidió dar un paso más e incursionar en el mundo de la composición. Se sentaba durante horas frente al desafinado piano de la casa e improvisaba sencillas canciones acerca de los bichitos, de sus amigos y de las cosas que le pasaban en la escuela. Pero su mayor fuente de inspiración, era su mamá. A ella le dedicaba sus mejores obras y se las tocaba él mismo entusiasmado, y ella, conmovida por el interés musical de su hijo, decidió meterlo a clases de piano. A esa edad, el pequeño director supo que de grande sería un músico famoso.

Veinte años después, el pequeño director ya no era pequeño. Seguía teniendo unos brillantes rizos negros que se movían al compás de la música, pero ahora dirigía a una orquesta con músicos de carne y hueso. Como lo había predicho de niño, se había convertido en un director afamado y reconocido. Viajaba por todo el mundo con su orquesta y enloquecía al público de todos los países con sus maravillosas interpretaciones. Pero, precisamente el día de su cumpleaños número veintinueve, mientras dirigía el grandioso Mesías de Händel, se dio cuenta de que le faltaba algo a su música. Las notas, los sonidos, el tiempo, la melodía... todo estaba ahí. Sonaba magnífico, pero le faltaba algo. Y entonces, el famoso director se dio cuenta de que lo que le faltaba a la interpretación no era nada en la música, sino que le faltaba algo en su interior.

Terminó el concierto, agradeció al alborotado público y se encerró en su camerino. Al día siguiente, ante la sorpresa y el estupor de todos, anunció con voz grave y seria que dejaría la música durante un tiempo y se dedicaría a viajar. Por más que le rogaron y le pidieron que no hiciera semejante locura, el famoso director estaba decidido. En un último intento de convencerlo, le dijeron que no tenía sentido irse a viajar, cuando en realidad ya conocía todo el mundo por sus giras y sus conciertos. Y entonces él contestó que, a pesar de haber pisado casi todos los países de la Tierra, lo único que conocía de ellos era sus salas de conciertos. “Ahora quiero conocer lo demás.” Y con estas palabras, desapareció de la vista de todos.

El director, que ya no era director, cumplió su cometido y se dedicó a viajar. Seguía siendo famoso, sin embargo, porque los periodistas y reporteros lo asediaban para preguntarle sus motivos para haber abandonado una carrera tan brillante, pero después de un tiempo se cansaron de su silencio y lo dejaron en paz. Así fue como el mundo olvidó al famoso director.

Disfrutando de su nueva libertad, conoció muchos lugares y a mucha gente, comió toda clase de platillos, aspiró un sinnúmero de aromas y vivió grandes experiencias. Pero el hueco que sentía en su interior, aunque se había hecho más pequeño, no había desaparecido del todo.

Un día, mientras caminaba por las calles de un pueblito, del cual no recuerdo el nombre, el ex-famoso ex-director vio a una muchacha. Era una joven de unos veintitantos, con el cabello castaño y una sonrisa bonita. Francamente, era una chica normal, pero para el ex-director no había mujer más hermosa sobre la faz de la Tierra. Se le acercó y se puso a platicar con ella. Como tenía una gran experiencia y conocía muchos lugares, encantó a la muchacha con sus anécdotas y sus ocurrencias. La invitó a salir y ella aceptó. Durante los siguientes días siguió cortejándola, escuchándola y conociéndola. Cada día se enamoraba más de ella, de su sonrisa y de su voz dulce y suave. Y ella también se enamoró de él. Y así fue como el viajero se convirtió en un amante.

Entonces decidió dejar de viajar, porque había encontrado su hogar con ella. Por un momento, olvidó el vacío que había sentido en su interior y se entregó completamente a la felicidad que le producía su nueva vida. La muchacha y el ex-viajero aprendieron muchas cosas juntos. Él le enseñó a cantar y a cocinar los deliciosos platillos que conocía. Ella le enseñó a andar en bicicleta, a besar y a acariciar sus cuerpos acostados en la hierba. Y ambos se enseñaron a hacerse el amor. Así fue como el ex-viajero se convirtió en padre, y jamás volvió a sentir un hueco en su interior.

El pequeñito que nació de esta singular pareja también tenía unos rizos preciosos, pero él no quería ser director. A sus escasos cinco años, se la pasaba mirando las estrellas con sus ojitos bien abiertos. Muchos decían que de grande sería un astrónomo famoso... o tal vez tan sólo era un gran soñador...