Wednesday, September 22, 2010

Pensamiento recurrente

Se sentó en su banca favorita del parque, la que daba al estanque de los patos. Su nana solía llevarla ahí cuando era niña. Hacía años que no regresaba, pero todo seguía igual. Incluso la banca seguía rechinando con el mismo sonido metálico de antaño. Pero la experiencia se sentía diferente. Era como observar un cuadro, como si ella estuviera fuera de la escena y tan sólo la estuviera contemplando.

Alicia vio sus manos. Estaban arrugadas y manchadas. Su cabello, alguna vez negro azabache, ahora era completamente blanco. ¿Cuándo había envejecido tanto? En ese momento le pareció que su vida había pasado muy precipitadamente. Había hecho tantas cosas, conocido a tanta gente, visitado tantos lugares... Había amado mucho, quizás demasiado.

-¿Será posible? -se dijo Alicia. -¿Se puede amar “demasiado”?

Tal vez tan sólo había amado lo suficiente, lo que había podido. Ser lastimado es parte del proceso, y ella lo sabía muy bien. Sin embargo, en ese momento, sentada en su banca favorita, tuvo la certeza de que cada cicatriz había valido la pena.

-¡Pero qué cosas piensas! -exclamó de pronto para sí. -Pareciera que te estás despidiendo, pero no deberías hacerlo. Aún tienes muchos planes y cosas que hacer.

Alicia se levantó, acompañada por ese rechinido metálico que la llenaba de recuerdos, y tomó el camino de regreso a su hotel. Su corazón viejo y remendado aún funcionaba y, escondido bajo la mata de cabello plateado, aún había un cerebro con una mente activa y ocupada.

-Si es verdad que la muerte es inevitable, -pensó Alicia- entonces quiero que me sorprenda viviendo.

Wednesday, September 15, 2010

Hermanas del arte

Las grandes escritoras del mundo escribieron igual que yo: mirando por la ventana de su cuarto especial, sintiendo y deseando lo mismo, soñando con transformarse a través de sus propias letras.

Mis heroínas como Jane Austen, Virginia Woolf, Sor Juana... escribieron lo que sabían; lo que vivían día a día y les interesaba y preocupaba. Concibieron sus mejores obras cuando escribieron para complacerse a ellas mismas, cuando dejaron de compararse y aprendieron a ser auténticas; cuando entendieron que los asuntos de cocina y de amores son los que al final valen la pena contar.

Me las imagino sentadas en su escritorio, como yo en este momento, vaciando su alma en el papel y dejándose llevar por el agradable murmullo de sus palabras resonando en su cabeza.

Las imagino disfrutando de un breve instante perdido en la eternidad, exclusivamente dedicado a ellas mismas. Y también las imagino despertando de su ejercicio de pasión desbordada, siendo reclamadas por ese mundo que veían con mirada inquisitiva y al que comprendían con una inteligencia aguda y un corazón despierto, pero al cual no podían adaptarse del todo.

Nunca las conocí y sin embargo me dejaron sus letras para leer a través de ellas, para sobrepasar los conceptos y las ideas y comprender los anhelos que las motivaron. No las conocí, pero me reconozco en ellas y espero, cuando el tiempo ponga a prueba mis letras, ser digna de compartir su pluma.

Wednesday, September 08, 2010

Hoy sería tu cumpleaños

51 años, para ser exactos. Es curioso cómo tu imagen de un hombre joven de 38 se ha quedado atrapada en mi memoria. No soy capaz de imaginarte más viejo, aunque lo he intentado. ¿Te verías como todos los demás papás? ¿Te estarías quedando calvo? ¿Habrías engordado un poco?

Te imagino sonriente, eso sí. Siempre fuiste muy simpático y juguetón... muy niño. Te gustaba molestarnos y hacernos renegar, competías con nosotros y te metías en nuestras discusiones infantiles y triviales como si fueran de la mayor importancia. Ahora, en ocasiones, me pregunto si realmente nos educabas o si sencillamente jugabas con nosotros. Era tu modo de descansar de esa seriedad tan severa que te caracterizaba en el mundo exterior.

Hace mucho que no lloraba por ti, que no te extrañaba tanto. Supongo que tiene que ver con que yo misma estoy creciendo y construyendo mi propia vida. Como en mi mente sigues siendo el mismo, poco a poco me acerco más a ti. Me pregunto cómo será cumplir 38 años y poder ponerme en tus zapatos. O, incluso, lo que será cumplir 51 y seguir recordándote como ese gran niñote, lleno de sueños y planes de vida por cumplir.

Memento mori... Es una idea que me ha acompañado desde que te fuiste, hace ya 12 años. A veces me da miedo hacer planes a futuro, de querer vivir mucho. Pero me da todavía más miedo saber que tú no fuiste el último contacto que voy a tener con la muerte. Temo perder y temo ser perdida por alguien más. Y, finalmente, sólo me queda seguir aquí, intentando vencer el miedo sin olvidarte del todo.

Supongo al final lo que va a importar no van a ser mis planes insatisfechos (porque los va a haber), sino lo que realmente hice con mi vida. Tu muerte no fue tan mala, para ser francos. Fue trnquila y tuviste la oportunidad de despedirte. Te veías en paz, y esa última imagen de ti me ha adyudado mucho a aceptar tu ausencia.

Me gustaría preguntarme a mí misma ante mi propia muerte: "¿Cuánto fuiste capaz de amar?", y que la respuesta me fuera por completo satisfactoria, como seguramente fue la tuya. También, confieso, le he pedido a Dios que me permita irme de aquí escuchando algo de música. La pieza concreta se la dejo a su elección, pues confío en su buen gusto. Ya te contaré cuál fue.